Tras arduas horas al frente de mi maquina para poder subir este post, por fin logro subirlo y poner mi grano de arena en este blog. El problema que tenia no residía en mi maquina, pues mi maquina tiene una gran capacidad de almacenamiento, una memoria ram de moderada, un procesador y placa Intel genuinos, todo lo que muchos desearían. Sin embargo, tengo que conectarme desde mi casa con un modem a 45,2 kbps. Tanta tecnología para que a la hora de l prueba sea un fiasco. Pero vamos a lo importante
Me encontré en mi casa con una revista titulada: una mirada profunda hacia la Pasión de Cristo. Es una revista que salio hace tiempo con motivo del estreno de la polémica y por todos conocida película de Mel Gibson. Me encontré con un articulo al cual los editores llamaron “El Poder del Calvario” y el cual fue extraído del libro llamado “El Jesús que nunca conocí”, escrito por Philip Yancey. Lo dejo aquí, con interés lo leí y ahora lo dejo aquí a su consideración. Dejen sus comentarios.
En una autobiografía de los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, Pierre Van Paasen nos habla de un acto de humillación que realizaron las tropas de choque nazis que habían detenido a un anciano rabino judío y lo habían llevado al cuartel general. En un extremo de la misma sala, dos colegas estaban golpeando a muerte a otro judío, cuando los que habían detenido al rabino decidieron divertirse a su costa. Lo desnudaron y le dijeron que predicara el sermón que había preparado para el sábado siguiente en la sinagoga. El rabino pidió que le dejaran ponerse su casquete, a lo que los nazis, burlones, accedieron. Hacían las bromas más cómicas. El tembloroso rabino comenzó a predicar el sermón con voz ronca acerca de lo que significaba caminar en humildad delante de Dios, mientras los ululantes nazis lo atizaban y lo acicateaban, y mientras se oían en el otro rincón de la sala los gritos agónicos de su colega.
Cuando leo los relatos evangélicos del arresto, tortura y ejecución de Jesús, pienso en el rabino, desnudo, humillado, en una comisaría de policía. Incluso después de haber visto docenas de películas acerca del tema, y leer los evangelios repetidas veces, no puedo llegar a imaginarme la indignidad, la vergüenza por la que paso el Hijo de Dios en la tierra, desnudo, flagelado, escupido, golpeado en el rostro, coronado de espinas.Me he maravillado, y a veces cuestionado, el dominio de si mismo que Dios ha demostrado a lo largo de la historia, permitiendo que los Gengis Khans, los Hitlers y los Stalins se salieran con la suya. Pero nada -absolutamente nada- se puede comparar con el dominio de si mismo que demostró en ese viernes tenebroso en Jerusalén. Con cada latigazo, con cada contacto violento de los puños contra su rostro, Jesús debe de haber recordado la tentación en el desierto y en el Getsemaní. Legiones de ángeles estaban a la espera de que les diera la orden. Con una sola palabra suya hubiera terminado la prueba. Los evangelistas, los arqueólogos y los expertos en medicina han descrito los detalles macabros de la crucifixión en forma tan minuciosa que no me parece necesario repetirlos. Además, si las “ultimas siete palabras de Cristo” le sugieren algo, es que Jesús mismo tuvo en esos momentos otras cosas en que pensar aparte del dolor. Lo que más se aproximo a una queja física fue su exclamación: “tengo sed” e incluso entonces rechazo el vino avinagrado que le ofrecieron como anestesia (La ironía de alguien que había ofrecido litros de vino en una fiesta de bodas, que había hablado de agua viva que iba a calmar la sed para siempre, y que muere con la lengua hinchada y el olor agrio del vinagre que le humedece la barba.).
Como siempre, Jesús había estado pensando en otros. Perdonó a quienes habían llevado a cabo la acción. Tomó medidas para que su madre fuera atendida. Dio la bienvenida al paraíso a un ladrón arrepentido. Los evangelios refieren diferentes fragmentos de conversación en el Calvario y solo dos de ellos concuerdan en cuanto a sus últimas palabras. Lucas pone en su boca: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, un acto final de confianza antes de morir. Juan contiene el resumen conciso de toda su misión en la tierra: “Consumado es.” En cambio, Mateo y Marcos contienen las palabras más misteriosas de todas, la lamentable cita: “Dios mío, Dios mío, ¿porque me has desamparado?”
Ningún teólogo puede explicar adecuadamente la naturaleza de lo que sucedió dentro de la Trinidad ese día en el Calvario. Todo lo que tenemos es un grito de dolor de un hijo que se siente abandonado.
¿Ayudo que Jesús hubiera previsto que su misión en la tierra iba a concluir con una muerte así? ¿Le ayudo a Isaac saber que su padre Abraham se limitaba a cumplir órdenes cuando lo ató sobre el altar? ¿Que hubiera sucedido si no hubiera aparecido ningún ángel y Abraham hubiera atravesado con el cuchillo el corazón de su hijo? ¿Que hubiera ocurrido entonces? Esto es lo que sucedió en el Calvario y el Hijo lo sintió como abandono.
No se nos dice lo que Dios el Padre exclamó en ese momento. Sólo podemos imaginar. El hijo se convirtió en: “hecho por nosotros maldición” dice Pablo en Gálatas, y “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado”, escribió a los corintios. Sabemos que siente Dios acerca del pecado; el sentido de abandono es probable que se experimentara en amabas direcciones. A pesar de la vergüenza y tristeza que todo esto produce, de alguna forma lo que ocurrió en una colina llamada Calvario se puede conjeturar que se convirtió en el hecho más importante en la vida de Jesús., para los autores de los Evangelios y de las Epístolas, para la Iglesia y si es posible la especulación sobre en asuntos como estos, también para Dios.
Normalmente pensamos que cuando alguien muere como un delincuente es un fracasado. Sin embargo, el apóstol Pablo reflexionaría luego acerca de Jesús: “Despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” ¿Que quiso decir?
En un nivel, pienso en personas de nuestro tiempo que despojan a las potestades. Los comisarios de policía racistas que encerraron a Martín Luther King Jr. en sus celdas, los soviéticos que deportaron a Solzhenitsyn, los checos que metieron a la cárcel a Václav Havel, los filipinos que asesinaron a Benigno Aquino, las autoridades de Sudáfrica que encarcelaron a Nelson Mandela; todos ellos pensaron que resolvían un problema, pero en lugar de eso todo concluyo en un desenmascaramiento de su propia violencia e injusticia. El poder moral puede tener un efecto que desarma. Los ladrones que fueron crucificados a sendos lados de Jesús mostraron dos respuestas posibles. Uno se burlo de la impotencia del Mesías: ¿Un Mesías que ni siquiera puede salvarse a si mismo? El otro reconoció una clase diferente de poder. Aceptó el riesgo de la fe para pedirle a Jesús: “Acuérdate de mi cuando vengas en tu reino.” Nadie más, a no ser en son de burla, se había dirigido a Jesús como rey. El ladrón en trance de muerte vio con más claridad que ningún otro la naturaleza del reino de Jesús. En un sentido los dos ladrones representa la historia toda a tenido que hacer acerca de la cruz.
¿Vemos en la impotencia de Jesús la impotencia de Dios o la prueba del amor de Dios? Los romanos, formados con el pensamiento del poder de deidades como Júpiter, pudieron reconocer muy poca semejanza a Dios en un cadáver maltratado que colgaba de una cruz. Los judíos devotos, alimentados con relatos de un Jehová poderoso, vieron muy poco digno de admiración en este Dios que moría débil y lleno de vergüenza. Como Justino Mártir muestra en su “Dialogo con el judío Trifón”, la muerte de Jesús en la cruz fue un argumento decisivo en contra de su condición de Mesías; la crucifixión había cubrió de maldición la ley.
Incluso así, con el paso del tiempo fue la cruz en la colina la que cambio el panorama mundial del mundo. Escribe M. Scout Peck: No puedo ser más especifico acerca de la metodología del amorque citar estas palabra de un anciano sacerdote que paso muchos años en la línea de combate: “Hay docenas de maneras de ocuparse del mal y varias formas de vencerlo. Todas ellas son facetas de la verdad que la única forma definitiva para vencer el mal es dejar que se consuma dentro de un ser humano vivo y dispuesto. Cuando se absorbe como sangre en una esponja o una lanza en el corazón de uno, pierde su poder y ya no puede continuar.”
Solo se puede curar el mal -científicamente o de cualquier otro modo- con el amor de las personas. Se requiere un sacrificio voluntario… No se como se produce esto. Pero si se que lo hace… Cuantas veces ocurre, se produce un ligero cambio en el equilibrio de poderes en el mundo.
El equilibrio de poderes cambio más que ligeramente ese día en el Calvario por causa de aquel que absorbió el mal. Lo que cambio la historia fue la conciencia que se fue despertando en los discípulos (fue necesaria la resurrección para convencerlos) de que Dios mismo había escogido el camino de la debilidad. La cruz redefine a Dios como el que estuvo dispuesto a abandonar el poder por amor. El poder, por bien intencionado que sea, tiende a causar sufrimiento. El amor, por ser susceptible, lo absorbe. En un punto de convergencia en una colina llamada Calvario, Dios renuncio a uno por el bien del otro.