El pasaje de Efesios 4:11-16 nos regala una gran pieza de información, que debiera ser de enorme utilidad para la Iglesia hoy:
Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
¿No sería más eficiente que una sola persona dirija a la iglesia? Al fin y al cabo es un sólo Dios quien dirige toda la obra divina. O ya, si se quiere, un líder principal apoyado por otros. Eso no enseña la Escritura. Más bien, Pablo escribió en la carta a los Efesios que en el cuerpo de Cristo hay pluralidad de ministerios y éstos tienen tres propósitos:
- “Perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”
- “La edificación del cuerpo de Cristo”
- “Que ya no seamos niños fluctuantes”
Si el cuerpo (la iglesia) utiliza estos ministerios, la consecuencia es la unidad, la armonía y el crecimiento en amor.
Hay en todo este pasaje un énfasis en la importancia radical de saber identificar los diferentes ministerios. El texto parece dar por sentado que el lector ya sabe qué implica cada uno de los cinco ministerios1:
- Apóstoles
- Profetas
- Evangelistas
- Pastores
- Maestros
Hay discusión sobre si esta es una lista exhaustiva, es decir, si estos son los únicos ministerios de la Biblia, o si tan solo es una lista representativa y habría más ministerios (por ejemplo, el del Obispo o anciano y el diácono de los que Pablo habla a Timoteo). Dejemos pendiente esa discusión y reflexionemos sobre esto: ¿cuál es la clave para que una iglesia crezca?
¡Que haya pluralidad de ministerios!
Más específicamente, según Efesios, una iglesia crece, se mantiene unida, vive en armonía, cuando hay, al menos, “apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros”.
¿Por qué se nos hace muy fácil aceptar que sigan vigentes los “evangelistas, pastores, y maestros” pero levantamos la ceja en señal de sospecha cuando alguien se presenta como el “apóstol fulanito”? Es muy probable que sea por la locura en la que los llamados “apóstoles” y “profetas” de esta época han convertido a cientos de comunidades. Vale decir que la Escritura no pone una fecha de caducidad a esos ministerios. Cuando en 1 Corintios 13 Pablo habla del cese de ciertas manifestaciones, no lo refiere a los ministerios de Efesios 4. Si hace mucho ruido que hoy existan apóstoles o profetas, digamos que, como mínimo, esos ministerios siguen vigentes. Sí, es una acrobacia semántica, lo sé. Pero la Biblia dice lo que dice.
Un primer descubrimiento, entonces, es que en cualquier comunidad cristiana donde exista un sincero deseo de crecer una sola persona haciendo todo el trabajo no es suficiente. Pero, ¿qué es crecer? El mismo pasaje lo dice con meridiana claridad:
1 “Perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”
Pablo nos va a decir que esos cinco ministerios sirven para hacer exactos, precisos, bien entrenados a los creyentes para la obra, para servir a otros. Algunas versiones van a traducir la palabra griega καταρτισμός como “equipar”. ¿Cómo un creyente va a ayudar a otros sin un pastor que cuide o uno que le enseña a evangelizar? ¿Qué enseñanza va a compartir sin un maestro que, a su vez, le enseñe a él? Los grandes disparates y tonterías que se enseñan hoy en muchas iglesias tienen su origen en la falta de maestros de la Biblia serios y comprometidos.
Es curioso que esto, la ayuda y el servicio a los demás, sea la primera consecuencia que coloca la Escritura de tener los cinco ministerios. Un cristiano sirve a su Dios o no sirve de nada.
2.“La edificación del cuerpo de Cristo”
¿Hasta dónde hay que “edificar el cuerpo? Pablo responde: hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. De nuevo, el énfasis está en el otro. Un apóstol no está ahí para tener fama, dinero y poder, está ahí porque debe colaborar a la edificación, a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios. El crecimiento que tiene en mente la Biblia no es una cosa humana. A pesar de que suene arrogante y hasta imposible, la comunidad cristiana debiera pretender que todos y cada uno de sus miembros conozca realmente a Cristo y (esto es un salto mortal) al mismo tiempo, que crezca en perfección hasta alcanzar la plenitud de Cristo. Si en Cristo reside toda la divinidad, crecer significa, sin más, que uno va deificándose, que uno va mostrando más y más la divinidad. No se trata de ser mejores que el mundo, eso se da por descontado, se trata de ser como Dios mismo. Palabras mayores, pues.
3.“Que ya no seamos niños fluctuantes”
Aquí, Pablo va a usar más palabras, va a contrastar, va a decir qué cosa no debe ser un creyente. ¿Qué es un niño?: alguien que fácilmente cae en los engaños de los hombres malvados. Estos engaños son de palabra, de doctrina. Con estratagemas, se aprovechan de las “artimañas del error”. Al contrario, un cristiano maduro, sigue la verdad en amor y crece en (y como) Cristo. Este crecimiento es integral: “crecer en todo”. La frase en griego (αὐξήσωμεν εἰς αὐτὸν τὰ πάντα) podría traducirse como “debemos crecer en Él (Cristo) en todo”. Cada creyente, en cada célula de su cuerpo espiritual debe aspirar a crecer, a madurar, a ser Cristo.
Aquí, por supuesto, viene una trampa que utilizan las iglesias de todo calado. Dicen algo así: “la Biblia dice que no debes cambiar de doctrina, que eso, cambiar de doctrina, en realidad te delata como un niño”. Con este argumento, con la repetición que todo lo bueno se le debe a esa iglesia, los creyentes siguen presos en las doctrinas que esas comunidades enseñan como verdades reveladas. Pero Pablo aquí dice que son justo esas enseñanzas que se alejan de la verdad revelada (la Biblia) las que están equivocadas. ¿La doctrina de su iglesia está alejada de la Biblia? ¡Aléjese de esa iglesia y regrese a la doctrina bíblica!
Hay que notar cómo este pasaje va jugando con la dicotomía creyente-comunidad. Los cinco ministerios entrenan a cada creyente individual para el trabajo en equipo. Cada uno debe crecer para que, entonces, el cuerpo (la iglesia) vaya creciendo. Por eso, no es casualidad que el pasaje termine con un regreso al origen: no hay que olvidar quién, en realidad, es la cabeza, el único líder, el modelo, el principal ministro, es decir, Cristo Jesús:
…la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
¡Bellísimo pasaje! Usted puede pensar que su trabajo es insignificante, pero no es así. La uña del dedo pequeño del pie izquierdo sigue contribuyendo al crecimiento. Si una célula del párpado derecho falla, todo el cuerpo sufre. Pero no sólo eso: todos se ayudan mutuamente, según lo que saben hacer. Así, el cuerpo crece, se construye en amor.
¿Nota la responsabilidad personal de cada creyente en la edificación de la Iglesia? Cuando se dice que la Iglesia es de todos, no es un discurso populista. Pero sí lo es cuando en realidad sólo se fomenta, premia y reconoce uno sólo de los cinco ministerios. Si el predicador monopoliza la asamblea de los creyentes, ésta ni es asamblea ni necesariamente está creciendo. Las iglesias se vuelven propiedades o empresas personales de los líderes cuando éstos y no todos los creyentes, llevan las riendas. ¡Eso es precisamente lo que practican miles de iglesias!
No. En una iglesia que está creciendo, existen esos cinco ministerios y, en realidad, en la práctica diaria, todos son responsables del cuerpo. Todos y cada uno. El predicador, el pastor, el apóstol, son en realidad un miembro más. La estampa que nos queda de una iglesia así es la de un cuerpo sano, en forma, activo y en armonía. Lo que siempre debió ser la comunidad de creyentes.
¿Y de dónde sacamos esos cinco ministerios?
Parece cliché, parece ser una no-solución, pero la Escritura lo dice con todas sus letras: él mismo constituyó… Así de sencillo. La Iglesia no necesita talleres para generar pastores ni convocatorias para contratar profetas. No. Dios ya los constituyó. La frase καὶ αὐτὸς ἔδωκεν τοὺς μὲν se traduce más recientemente con el simple: “él dio a algunos (el ser)…”. Esos son regalos a la iglesia que Dios envía.2 Aunque suene muy poco alentador, pero si Dios no los provee, no intente formarlos artificialmente, de lo contrario, su iglesia3 tendrá un crecimiento artificial. O los regalos vienen de Dios o no son.
Un comentario final. ¿Dónde están los números de creyentes a la alza en este pasaje? ¿Se puede inferir de esta escritura (y de otras) que la salud del cuerpo se puede medir por el número de personas que llegan a la comunidad? No. De hecho, ese tipo de “crecimiento” ni por asomo se encuentra aquí. La siguiente ocasión que su predicador de cabecera le diga que una iglesia sana crece, pregúntele a qué se refiere con eso. Si su respuesta es que es el proselitismo, que una iglesia sana crece de los cien a los mil y de ahí a los diez mil, ámelo, dele un beso santo y en ese amor, corríjalo. Ganará tesoros en el cielo.
