Reportajes sobre lefebvristas

Salen dos reportajes para los que quieran saber sobre el «último cisma» católico. Yo le llamaría penúltimo, por lo de Milingo. En el Vaticano se toman muy en serio a este grupo ultraconservador.

Aquí una y aquí la otra. Muy recomendable que vayan a los sitios originales donde econtrarán otros temas afines.

La vida hereje

LA PALABRA PROHIBIDA recorrió Europa como un reguero de pólvora. Parecía enterrada en el baúl de los viejos manuales de Historia de la Iglesia, pero el 30 de junio de 1988 se produjo el «cisma». Un cisma por la derecha y de la mano del ultraconservador arzobispo Marcel Lefebvre, un anciano de pelo cano, dulce apariencia y forzada sonrisa. Ese día, el último hereje se separaba de la comunión de Roma consagrando cuatro obispos sin la autorización del Vaticano.
Roquetes de puntillas, cabezas rapadas, casullas en forma de guitarra, ceremonia en latín, cantos gregorianos y densas nubes de incienso orquestan un cisma, nacido en las verdes colinas suizas de Ecône. El viejo arzobispo, curvado bajo el peso de una casulla dorada, posa sus manos enguantadas sobre la cabeza de cuatro sacerdotes (un inglés, un francés, un suizo y un español, Alfonso de Galarreta) todavía jóvenes. Los unge con aceite y les entrega la mitra y el báculo, distintivos de su nueva dignidad episcopal.

En este marco idílico, se escenificaba el último cisma de la historia de la Iglesia y sobre el anciano arzobispo, los nuevos obispos y todos sus seguidores caía todo el peso de la ley canónica: la excomunión latae sententiae, es decir con efecto inmediato.

El comienzo de la ruptura se remonta a 1969, cuando Lefebvre puso la primera piedra de lo que sería su particular manera de concebir la Iglesia. Su creación se llamó Fraternidad de San Pío X, que en la actualidad cuenta con 150.000 fieles y unos 360 sacerdotes con una media de edad de 40 años (cuando los sacerdotes españoles tienen un promedio de 60 años) repartidos en unos 50 países. Solamente en Francia, controla 500 lugares de culto, cuatro monasterios, 40 escuelas, una universidad y cinco carmelos.

Pero el nido donde con mayor fuerza crece la semilla de la Fraternidad se llama Ecône. En esa ciudad suiza viven 50 seminaristas -de los 200 repartidos por el mundo- , cuyas vidas están regidas por el rito inmutable de los laudes, las vísperas y las completas.

Los futuros sacerdotes rezan su breviario, la guía espiritual que fielmente refleja la liturgia con la misa en latín anterior al Concilio Vaticano II. Como los seminarios de la época de Trento, la jornada de un seminarista comienza a las 6.30 de la mañana con una oración en común en la iglesia. Después del desayuno, la mañana es consagrada al estudio de la Filosofía, de la Teología fundamental o dogmática, de la Historia de la Iglesia o del Latín, pero también a una serie de cursos prácticos sobre la celebración de la misa o del bautismo.

Comen en un refectorio común. La comida es preparada por el único laico de la comunidad y servida por cuatro seminaristas uniformados con bata blanca. Tras la obligada bendición de los alimentos almuerzan en absoluto silencio, mientras alguien da lectura a un texto sagrado. Después se persignan y abandonan el refectorio. Las tardes están consagradas a la oración, al estudio o bien al deporte. Según el clima, fútbol o esquí de fondo son los más habituales.

Tras la merienda, se reúnen de nuevo en la iglesia para cantar vísperas. Después de la cena, vuelven a la capilla para las completas. La jornada termina con el «gran silencio»: cada cual se mete en su habitación y apaga la luz como máximo a las 22 horas. Sin embargo, no todo son oraciones y estudios, en la época de la vendimia ayudan en la recolección.

EL GRAN DÍA

Así discurren los días del seminarista durante los cinco años que pasa en Ecône (el primer año de estudios lo cursan en Francia, en Flavigny), antes de llegar a ese gran día de la fiesta de San Pedro y San Pablo, en la que son ordenados sacerdotes. A la ceremonia de ordenación acuden los familiares, que se retratan junto a la estatua de San Pío X. Pero el momento de mayor conmoción es cuando, mientras se escuchan las letanías a los Santos, los futuros últimos curas cismáticos del milenio se arrojan al suelo.

Anclados en el pasado y apelando a casi dos milenios de tradición, la Fraternidad de San Pío X mantiene su rechazo frontal a todo signo aperturista y renovador. Ahí está la clave para entender la decisión de Lefebvre de crear una nueva Iglesia.

Nacido en Turcoing, Francia, el 29 de noviembre de 1905, Marcel Lefebvre estudió en la Universidad Gregoriana de Roma, cuna de obispos y papas. Se ordenó en 1929, a manos de de monseñor Liénart, el arzobispo rojo de Lille. Durante años fue misionero en Gabón y en Dakar, donde se convirtió en arzobispo.

Su defensa de la sotana, del latín y de la misa de San Pío V (la del Concilio de Trento) alimentaron la rebelión contra el Vaticano II, que inoculó en la Iglesia «el veneno modernista». En 1976 se atrevió a ordenar sacerdotes ilícitamente, lo que le valió la primera sanción romana (la suspensión a divinis, es decir, la prohibición de ejercer como sacerdote o como obispo). Irreductible, defendió las sangrientas dictaduras de Chile, Argentina y España. Lefebvre siempre vio al franquismo como «el más acertado sistema político en lo referente a los valores católicos».

Ya sin retorno en su retórica reaccionaria, desafió abiertamente al Papa: «Voy a salvar a la Iglesia de los anticristos que se han apoderado de la sede de Pedro. El Concilio ha destruido la doctrina de la Iglesia. Juan XXIII, cuando leyó el contenido del secreto de Fátima, no lo quiso dar a conocer porque vio que se refería al Concilio como obra del diablo. Roma ya no es católica. Los males que nosotros condenamos, como el comunismo, el socialismo, el modernismo y el sionismo, han sido adoptados por Roma».

Para Lefebvre y sus seguidores, el Concilio Vaticano II había derrumbado todo su universo doctrinal. Antes, la Iglesia les pedía que convirtiesen a protestantes, judíos y musulmanes, por las buenas o por las malas. Ahora, les decía que dialogasen con ellos.

Monseñor Lefebvre murió el 25 de marzo de 1991. Mientras que sus seguidores están seguros de la victoria póstuma, sus adversarios creen que el lefebvrismo se convertirá en una pequeña secta sin futuro.

Hoy, la Fraternidad de San Pío X sigue ganando adeptos y se prepara para lanzar una nueva cruzada contra la Iglesia. En un folleto de 10 folios enviado a todos los obispos, curas y parroquias de Francia, estigmatiza, entre otras cosas, lo que considera una doctrina contradictoria del Concilio Vaticano II: «Ustedes promueven el ecumenismo y el diálogo entre las religiones. ¡Por qué, entonces, aceptan hablar con todo el mundo, excepto con nosotros?».

ENTREVISTA. ABAD DE JORNA
«No creo que la libertad religiosa sea algo bueno»

A ocho años de la muerte de Marcel Lefebvre, su sucesor espiritual y actual director del seminario de la Fraternidad de San Pío X en Ecône, el abad De Jorna, sigue defendiendo con el verbo inflamado los postulados del padre fundador.

Pregunta.-¡El objetivo de la carta que han repartido en las parroquias francesas condenando el Concilio VAticano II es un intento de acercamiento con la Iglesia?

Respuesta.-¡Un acercamiento? No del todo. El objetivo de la carta es, sobre todo, dar a conocer a la Fraternidad de San Pío X y manifestar nuestra postura. Hay muchos sacerdotes que no saben realmente qué es lo que defendemos y, consiguientemente, pueden dar la sensación de estar contra nosotros por culpa de dicha ignorancia.

P.-¡Qué diferencia hay entre integristas y tradicionalistas?

R.-Hoy, el término integrismo tiene una connotación de violencia, de lucha por la fuerza contra el poder. La Iglesia de la que formamos parte nunca ha sido revolucionaria. Al contrario, la Iglesia es factor de paz. Por eso no solemos decir integristas sino tradicionalistas. Porque conservamos la fe que la Iglesia siempre enseñó y eso es la tradición. En este sentido, estamos más bien integrados, pero no somos integristas.

P.-El mundo ha cambiado muchísimo. ¡Les sigue siendo posible vivir según sus reglas?

R.-Aunque el mundo cambie, el hombre es el mismo y la Iglesia encontró las reglas que le permiten conquistar su propia perfección, que consiste en conocer a Dios. El hombre siempre tendrá cinco sentidos, sus incisivos y siempre caminará sobre sus pies. La Iglesia siempre respondió a las preguntas que se plantearon los hombres. Y siguen siendo las mismas hoy. Por eso, no estamos nada preocupados por los cambios…

P.-Otro desacuerdo con el Vaticano II es su dimensión ecuménica.

R.-El ecumenismo es un error grave, una perversión de la inteligencia. Es un atentado contra la civilización. Y eso tiene consecuencias incluso políticas. Vemos cómo hoy se extiende la anarquía, aumenta la violencia y no sabemos cómo reaccionar ante la delincuencia juvenil. Es la libertad religiosa que postula la Iglesia posconciliar. Cada cual puede practicar la religión que buenamente quiera. Y eso es un error, incluso político. La verdad es que la Iglesia siempre se opuso a esta falsa libertad, que no es libertad, sino esclavitud.

P.-¡No cree que el ecumenismo puede ser un factor de paz en el mundo?

R.-Al contrario, lo que veo es que crece sin cesar el número de adeptos de las grandes religiones. Por ejemplo, los testigos de Jehová son cada vez más numerosos. Lo mismo pasa con los musulmanes. El judaísmo no lo conozco mucho. Es poco probable que, si siguen creciendo estas religiones, podamos vivir tranquilamente todos, dado que la mayoría será musulmana. Y la Historia siempre nos enseñó lo contrario. Porque está claro que los cristianos no pueden vivir en un país islámico. Además, a menudo la violencia está vinculada con prácticas de falsas religiones de paganismo, de satanismo. Pero si dejamos de estar sometidos a Dios, entonces podemos convertirnos con facilidad en adeptos de Satán. Por eso, no creo que la libertad religiosa sea algo bueno.

P.-¡Sus seminaristas pueden abandonar la carrera?

R.-A veces, algunos seminaristas abandonan. Es normal que un seminarista se plantee muchas cuestiones. Cuando llega cree tener vocación, y después con el paso del tiempo se da cuenta de que éste no es su camino. Entonces puede abandonar la Fraternidad, si no está ordenado de subdiácono. Y tiene cinco años para reflexionar sobre su vocación.

Aquí está el otro:

Polos en el catolicismo
Moviendo las aguas de la Iglesia

Lutero ya evidenciaba que las más grandes críticas pueden surgir dentro de la misma iglesia. Hoy, lefebvristas y teólogos de la liberación abren vetas de discrepancia con el Vaticano. Unos no se atienen a los cambios planteados y los otros quieren avanzar aún más.

Entre la cautela y el miedo ante las nuevas ideas: así se ha movido la Iglesia Católica hasta nuestros tiempos. Si así lo soñaron los apóstoles en sus inicios, sólo ellos lo saben.

Por Pamela Ramírez Riquelme y Lorena Valderrama Zenteno

De cara a Dios y de espalda a los fieles

Durante los años en que el Papa Juan Pablo II ha estado a la cabeza de la Iglesia Católica no sólo ha tenido que preocuparse de la vorágine del mundo laico, como los debates sobre la clonación, los derechos homosexuales o el divorcio. También ha debido enfrentar desórdenes al interior de su propia casa: el último gran cisma a causa de los lefebvristas y las ideas revolucionarias de la teología de la liberación.

Pero estos polos dentro de esta institución no son cosa nueva, se remontan hacia la década del sesenta. El Concilio Vaticano II marcó un quiebre y a la vez una renovación de la iglesia antigua caracterizada por ideas planteadas hacía más de 400 años. Fue un espacio de debate que permitió la entrada de los aires nuevos que necesitaba para insertar más al mundo laical y adoptar los cambios que traía la modernidad.

La discusiones comenzaron de manera cautelosa y todavía cercanas al ala conservadora, pero con la intervención del Papa Juan XXIII se dio un vuelco drástico hacia planteamientos más liberales. Así se habló por primera vez, en los dos mil años que tiene la iglesia, de libertad religiosa, ecumenismo, diálogo y liturgias más cercanas al pueblo.

Fueron estos mismos puntos los que más causaron molestia en el lado más tradicionalista, representado en la figura de Monseñor Marcel Lefebvre, un obispo francés que terminó dividiendo a la iglesia en los momentos en que se buscaba mayor unión.

“Fue todo muy paradójico, porque todo el mundo pensaba que el cisma iba a venir por el lado de la teología de la liberación, pero a pesar de todo, se mantuvo firme, e hizo un esfuerzo por no romper. Y sin embargo, la ruptura vino por el lado más conservador”, así lo explica a CTN el profesor de teología fundamental de la Pontificia Universidad Católica (PUC), sacerdote Alex Vigueras Cherres.

Chapados a la antigua
En la avenida Chile-España se encuentra desde 1986 la iglesia de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Al entrar la puerta rechina y quiebra el silencio que reina en el templo de Cristo Rey. Los fieles arrodillados oyen atentos, quizá sin entender, el susurro en latín del sacerdote que celebra la misa. De espalda a la gente, se encuentra envestido por una casulla bordada en dorado que a primera vista hace recordar una liturgia de siglos anteriores.

Se trata de la sede central de los lefebvristas en Chile, quienes además poseen capillas en Viña del Mar y Temuco. Son un grupo reducido, pero aún así presente en países de América y Europa principalmente, los cuales mantienen con gran fuerza las tradiciones y preceptos que fueron renovados con el Concilio Vaticano II.

Cuando en 1970 su fundador, Monseñor Marcel Lefebvre, formó la Fraternidad San Pío X, sentó las bases de un futuro cisma con la Iglesia Católica. Al principio la curia romana aceptó las discrepancias de este obispo disidente. Pero lo que detonó el quiebre fue el nombramiento de cuatro obispos sin el permiso papal en junio de 1988, a lo que Juan Pablo II castigó con la pena máxima: la excomunión.

Como consecuencia, la fraternidad quedó fuera de la iglesia y por lo tanto sus ejercicios ministeriales dejaron de ser reconocidos como legítimos. Sin embargo, ellos sostienen firmemente que son la verdadera Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Monseñor Marcel Lefebvre.

El superior de la Fraternidad San Pío X en Chile, padre Joaquín Cortés lo confirma para CTN: “No sólo nos sentimos, sino que realmente somos parte de la Santa Iglesia Católica. Nunca fue la intención de nuestro Fundador ni la nuestra formar una iglesia paralela. Somos y seremos siempre católicos (…) actualmente somos el punto de referencia para los católicos que quieren guardar la verdad pura e íntegra, tal como la enseñó Cristo”.

Hoy, el obispo suizo Bernard Fellay es el superior general de los lefebvristas y es a él a quien el Vaticano ha dirigido los intentos de reintegración a través de la comisión especial “Ecclesia Dei”. Para la Pascua de 2001 se esperaba que esta reconciliación se concretara, ya que lo único que la Santa Sede pedía era la aceptación del Concilio Vaticano II, aunque difiriendo en algunos puntos, y someterse a la autoridad del Papa como sucesor del apóstol Pedro.

No obstante, las conversaciones quedaron en punto muerto, porque las críticas de los lefebvristas no han cesado con el tiempo. Los únicos que se han reincorporado plenamente fueron los miembros de una sede de la fraternidad en Campos, Brasil, en enero de 2002.

El profesor de Eclesiología de la PUC y director del Seminario Pontificio, padre Rodrigo Polanco, plantea una causa de esta división para CTN: “Yo creo que muchos de ellos son gente muy rígida, entonces les cuesta aceptar que la Iglesia católica es más abierta y que hay más diversidad (…) Pienso que se van a mantener así durante muchos años, siempre un grupo muy chico de gente, pero no creo que tengan más fuerza.”

La veta revolucionaria
Muy distante a la postura lefebvrista es lo que plantean los llamados teólogos de la liberación. Esta corriente, nacida en América Latina y que reúne sacerdotes de las más diversas congregaciones, tomó fuerza en el mismo periodo de los debates conciliares. En un comienzo sus planteamientos sobre un a iglesia más social y política se aferró a las ideas marxistas del momento, lo que produjo reticencia desde Roma.

Por esto muchos teólogos fueron amonestados, como uno de sus mentores, el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, quien fue el primero que sistematizó la teología de la liberación con su libro “Perspectivas” y por lo cual se le prohibió hacer clases en universidades pontificias católicas. Sin embargo no hubo ruptura ni excomunión.

Nacida dentro de la llamada “Acción Católica Latinoamericana”, la cual fue impulsada en los años 20 por el Papa Pío XI con el principal fin de reorganizar a los laicos y masificar las ideas modernistas, fue dirigiéndose hacia flancos más izquierdistas.

Si bien esta línea de pensamiento más liberal salió de la radicalización de las doctrinas y de la práctica del catolicismo social, hasta el punto de plantear un cristianismo, se ha tenido que reformular con el tiempo para ser así más aceptada. Incluso, actualmente, algunas ideas han entrado de manera oficial en la Iglesia y en la teología más fundamental.

“La fe cristiana es una fe tremendamente política, no se puede negar. Si es una fe que habla de la dignidad de las personas, de los pobres, que habla de la justicia, necesariamente eso va a tener consecuencias políticas. Entonces me parece que una iglesia no puede evadir esa responsabilidad”, dijo para CTN el Padre Alex Vigueras.

En Chile durante la dictadura estos teólogos más progresistas fueron perseguidos y vetados. Actualmente el único teólogo de la liberación chileno, que se reconoce como tal, es Ronaldo Muñoz, sacerdote de la congregación de los Sagrados Corazones y mentor del movimiento “Cristianos para el Socialismo”, quien reside actualmente en Río Bueno, X región.

El llamado «Padre de la Teología de la Liberación», Gustavo Gutiérrez.

“(La teología de la liberación) es un intento que se ha venido dando para leer el evangelio y reflexionar la fe desde las coyunturas sociales y políticas de los pueblos (…) La realidad latinoamericana es distinta de la europea, por lo cual no sirve importar la teología que se aplica allá. La presencia aborigen en nuestro continente es muy fuerte y obviamente eso influye en la comprensión que tiene el pueblo de la fe cristiana”, afirma para CTN el padre Muñoz.

Tanto la praxis como la teoría de esta corriente, reúne gran parte de los postulados que la iglesia de Lefebvre rechaza, como la libertad religiosa, la adaptación a los contextos histórico-culturales y la apertura al diálogo.

Tales discrepancias no son nuevas, sino que ya a finales del siglo XIX el Papa San Pío X, modelo de los lefebvristas, perseguía a sacerdotes modernistas que más adelante serían la base de líneas revolucionarias como la teología de la liberación.

Quizás estos debates dentro de la Iglesia Católica sean más enriquecedores para su apertura y sintonía con las transformaciones del mundo. O, tal vez, una postura en bloque sea más eficaz para enfrentar estos cambios que pueden poner en peligro la esencia más profunda de la institución. Al final queda ver cuál de las dos se encuentra más cercana a la idea de una iglesia universal.

7 Comentarios

  1. oscar armando cisneros larios dice:

    MIRE LA FRATERNIDAD SACERDOTAL DE SAN PIO X, NO SON NI EREJES NI CISMATICOS, CREO QUE LES FALTA CONOCER MAS EL TEMA, LA FRATERNIDAD NI SIQUERA ES TRATADA COMO IGLESIA NO CATOLICA DEVIDO A QUE ES CATOLICA EL PAPA ES EL PAPA Y ES LA MAXIMA A UTORIDAD Y LOS DE LA FRATERNIDAD NO LO CUESTIONA EN LO MINIMO, NO NOS LLAME EREJES NO ENTINDO COMO EN MEDIO DEL ECUMENISMO QUE PRACTICAN NO SOPORTAN A UN GRUPO DE TRADICIONALISTAS.

    SOY CATOLICO Y ASISTO A MISAS TRIDENTINAS, A DIARI JUNTO CON MI COMUNIDAD ORAMOS POR EL PAPA Y LOS OBISPOS

  2. Luis Venegas dice:

    Los adjetivos «cismáticos» y «herejes» no los pusimos nosotros. Es el término que usan quienes escribieron los reportajes citados. De todas formas, hay que considerar que, dede la perspectiva de la Iglesia de Roma, esta fraternidad es sospechoso de división: si no aceptan las resoluciones que un Concilio Ecuménico acordó, el problema se vuelve serio porque no están atacando sólo la autoridad del Papa, sino de todo un concilio donde se manifiesta el Espíritu Santo. Una cosa es orar por el Papa y los obispos y otra muy diferente aceptar la autoridad y los dictados del mismo. Desde el punto de vista de la teología y de la autoridad, los lefebvristas no pertenecen al mainstream católico. Sí, cistmático y hereje es muy fuerte, especialmente cuando es a uno a quien lo acusan de ello. Pero los hechos están ahí. No serán los últimos.

  3. juan carlos dice:

    en atlatlahucan estado de morelos en el pais de mexico, hay un sacerdote llamado jose luis, esta reconocido por los lefevbristas.

  4. diego manuel dice:

    reverendisimos creo firmemente en la tradicion de la iglesia como tambien el de sus liturgias,reconozco fiememente que el SEÑOR JESUS me llama a este servicio como sacerdote si ustedes me pudiesen ayudar se los agradeceria de corazon.

  5. Marco dice:

    Pienso que la reforma del vaticano II era necesaria en la iglesia, ya que la gente se estaba alejando de esta. El concilio y sus decisiones son inapelables por que en ellas se manifiesta el ES en el misterio de la Iglesia. Sobre el rito tridentino opino que es igual de valido y hermoso para el alimento espiritual.

  6. JESUS dice:

    Gracias Señor por ser protestante!!!!!!….donde esta Jesus y su poderoza influencia en esto!!!!….donde esta su legado de Amor para las generaciones , donde esta????..

  7. Monsenor cipriano dice:

    Un abrazo en Cristo ,si estudiamos seriamente y estrictamente religiosamente el primer Cismatico fue jesus espero respuestas

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