Y viendo las multitudes, subió al monte; y sentándose, sus discípulos vinieron a Él.
Los discípulos de Jesús: este fue el auditorio, el grupo al que enseñó y predicó el Maestro este sermón. Según los versículos anteriores, aquí Jesús ya tenía un grupo de seguidores a los que antes había prometido convertirlos en pescadores de hombres (Mateo 4:18). Pero además de estos cuatro hermanos (Pedro y Andrés, Santiago y Juan), había gente atraída por la fama de aquel sanador de Galilea que además de exorcizar, proclamaba «arrepiéntanse porque el Reino de los cielos ha llegado». El galileo decía que esta era una buena noticia. El Rabí hacía y decía, enseñaba y actuaba. Pero, ¿de qué tenían que arrepentirse?, ¿qué era ese Reino de los cielos?, ¿quiénes eran sus súbditos?, ¿quién era el Rey? Acaso pocos de los que estaban en ese monte querían saber las respuestas. Quizá sólo deseaban ver el espectáculo: «¿verdades doctrinales?, ¡eso es para los teólogos! Dame de comer, quítame esta enfermedad, consuélame, resucita a alguien…».
«Los discípulos se acercaron». Sus seguidores , aquellos a los que algunos años después les llamarían cristianos, la comunidad de los cercanos de Jesús; ellos fueron los que escucharon este mensaje. Jesús evangelizó en primer lugar a sus seguidores. ¿Por qué se nos olvida ese mensaje a sus seguidores del siglo XXI?