La incertidumbre de Juan

Mateo 11:1-15

En cuento termina el sermón de instrucción a los Doce, el incipiente grupo de Jesús se va a las ciudades de ellos. ¿De quiénes ellos? De los Apóstoles. El Maestro no quiere sino que empiecen la misión en sus propias ciudades. Así que van a dar un recorrido quizá para que sus paisanos se den cuenta de que las cosas con esos hombres habían cambiado desde que estaban con Jesús. El recorrido, de entrenamiento, es para enseñar y predicar. Entonces, desde la soledad de la cárcel, Juan, el gran Juan, vuelve a aparecer en escena.

Duda. ¿Cómo no iba a serlo? ¿Cómo criticar al gran hombre que precedió a Jesús? Estaba en un momento difícil, en el último duelo de su vida. De la respuesta a esa pregunta dependería si moría en paz o intranquilo. No lo convencían las noticas que le traían sus propios discípulos. Quizá dudó cuando le dijeron del gozo que se sentía en ese grupo de seguidores. Esa es la pregunta que los creyentes de todos los tiempos se hacen por lo menos una vez en su vida: «¿eres tú el Mesías?». ¿Debía esperar a otro? Ya no tenía tiempo. No le quedaba más que esperar lo que sus propios discípulos trajeran desde la región norte de Palestina.

La respuesta llegó, puntual, precisa: hay paz en los enfermos de cuerpo y alma. Se anuncian las buenas nuevas a un pueblo sediento de Dios. La clave estaría en la última frase: «bienaventurados los que no encuentran escándalo en mí». Ahí estaba. Juan no moriría en la angustia sobre si habría hecho bien su trabajo. Su primo era quien tenía que venir. El Reino de los cielos ya estaba ahí.

Y luego, mientras los discípulos de Juan están yéndose, el Maestro pronuncia la exaltación de un profeta como jamás hizo ni con los más grandes profetas de la historia hebrea. Juan era Elías, el precursor, la realización de la profecía. Los versículos 7 al 9 son verdaderos reclamos a una generación que influída por las ínfulas de poder romanas, todavía esperaban un espectáculo de sangre y fuego. Al contrario de esa forma de pensamiento, Jesús afirma que la profecía de los antiguos se sintetiza en Juan. «Ningún humano ha sido más grande que Juan pero él es el más pequeño en el Reino». Vaya premio para un hombre que es más que un hombre.

Aunque la mayor parte de cristianos admiran a Pablo, lo cierto es que según las Escrituras, Jesús admiraba en primer lugar a Juan. El enigmático. El severo. El frugal. El intenso. El angustiado Juan. Elías había venido antes del Mesías. La historia sagrada se empezaba a acelerar. El cielo mismo sufría violencia.

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