¿Hay un inicio más espectacular que este? ¿No es un poema que desde el inicio pone las cosas en su lugar? Aquí está la médula del credo cristiano: el Logos increado, el Logos encarnado, el Logos que es, al mismo tiempo, Dios y hombre. Aquí está el origen del argumento cristiano que alcanza nuestra época. Es un resumen del evangelio y, claro, la postura típicamente joánica.
El Logos se hizo hombre y, en la persona de Jesús de Nazareth, trajo la buena noticia, el evangelio que dice: todos los que creen en él serán llamados hijos del Dios de una luz que nada ni nadie puede apagar. Es una declaración de la majestad del Mesías. Esa majestad que no fue reconocida por los suyos aunque, digámoslo desde ahora, ellos fueron su auditorio objetivo, a los que fue desde el inicio y hasta el fin de su ministerio en este planeta. Sí, jamás será suficiente recordar que Jesús nació, vivió y murió en una cultura judía que se encontraba bajo el yugo romano.
El evangelio cristiano tiene la peculiaridad de reclamar un momento en la historia de la humanidad. Jesús, el verdadero hombre, no apareció en algún momento impreciso en el universo. Todo lo contrario: nació entre el pueblo judío cuando Tiberio gobernaba Roma. Juan, su primo, anunció la llegada del Mesías en ese momento. Y las tinieblas no apagaron esa luz que al principio era imperceptible: un niño llamado a ser el Salvador, un joven que se llamaba a sí mismo Hijo de Dios. Para su sociedad, un loco; para la historia de la humanidad un iniciador. Para quienes lo siguen, el Ungido.
¿Qué tinieblas modernas podrían apagar la luz del evangelio cristiano? La respuesta de Juan es categórica: ninguna. Él ha vivido, sabe lo que se siente ser humano. Él vino a anunciar que un Padre celestial estaba más cerca de lo que el establishment religioso proclamaba. Así que las tinieblas de hoy, las colectivas y las individuales, no son tan espesas que la luz de Cristo pueda iluminar.
Y aquí una nota personalísima: le guardo especial reverencia a este evangelio y a este inicio. Fue mi primer contacto con el cristianismo de la Biblia. Fue, como dije al principio, espectacular. Todavía hoy, luego de tantos años, sigo emocionándome al leer estas líneas. Cristo se hizo carne y vivió entre nosotros.