El pan de vida

Juan 6:25-59

El ya dilatado capítulo seis nos sigue reservando sorpresas. Parece que el retiro revitalizó al Maestro. Ahora lo vemos encarando a la multitud entusiasta (¿dónde hemos escuchado que el pueblo no se equivoca?) y los confronta de inmediato. Les dice que están ahí por conveniencia, les recuerda que el cuerpo no es más que un estuche que se deshace en la muerte. Y el encanto se termina. Ellos le preguntan qué deben hacer para encontrar la gracia de Dios. ¿Qué es lo bueno? ¿Cuál es el requisito, la exigencia del Padre? La respuesta podría hacer que los huesos de Lutero se estremescan: lo que Dios quiere es que crean en Jesús. Así empieza una confrontación dialéctica reveladora.

Lo primero que hay que decir es que la declaración de Jesús es clara. Su Padre no desea ofrendas materiales, sacrificios corporales, castigos autoinfligidos en cuerpo y alma. Olvídense de los rituales complicados, de las precesiones de oropel. El camino que enseña el Rabí es uno donde Él es la meta. Lo que hay detrás (o a lado, no nos obsesionemos por los detalles) de esa meta es el mismo Padre, el Ser de donde procede el Maestro. Aquí está uno de los famosos «yo soy» del evangelio de Juan: Él es el pan de vida. Ya se lo había dicho a la samaritana, pero aquí desarrolla más el tema.

No es Moisés, aclara, sino Dios quien dio el maná. Pero esa generación murió. Ahora el nuevo pan es mejor y perfecto: viene directamente del cielo y quien de Él come no morirá. Este es el meollo de la propuesta cristiana: que hay un más allá, que la vida no termina en la muerte sino que ésta santifica y da esperanza para aquel que comió y bebió del verdadero maná. Sí, es una primera referencia a la comunión, establecida más adelante. La implicación es que Él es el resumen de la Ley que los líderes religiosos tenían en la boca pero no en su vida espiritual. Decir esto es afirmar que es mejor, nuevo y superior a Moisés y a cualquiera que haya venido después.

Con razón estas palabras siguen escandalizando. Los unos lo tomas como muestra del ego de Jesús. Los otros como un síntoma de inestabilidad mental. Otros más como la señal inequívoca de que lo suyo nació entre los hijos de Jacob pero lo trascendió. Para los seguidores de Jesús no hay más que volver a estos versículos y recordar lo sencillo pero profundo de estas palabras. Seguir al galileo involucra a todo el ser. Lo que une a los cristianos es Cristo, el Ungido de la vida, el Pan de vida.

¿Qué podemos hacer para obedecer a Dios? Jesús responde: creer en su enviado.

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