Los primeros desertores

Juan 6:60-71
La gente se asustó o se aburrió o definitivamente se dieron cuenta de que aquello no era el espectáculo que creían. «Dura es esta palabra», dicen sus discípulos. Y empezó la deserción (no digamos apostacía). ¿Qué es más impresionante, la multitud que llega o la que se va? Jesús les dice: «eso no es nada, si vieran al Hijo regresar de dónde venía». Aquello apenas empezaba.

El Maestro enseña en concentrarnos en lo espiritual. Parece decir lo obvio: la carne terminará en la tumba pero lo espiritual trasciende. Su enseñanza da vida. Lo suyo tiene que ver con lo espiritual. Los que buscaban la comida gratis, la salud gratis, la comodidad en primera fila, todos estos se van. Habían reprobado el examen de las intenciones. No buscaban a Jesús por su ética, su teología, su moral. Y cuando Él pone las cosas en orden, aquellos se marchan.

Quedan los discípulos y en una declaración que parece incluso ingenua responden a Jesús, el provocador, «¿a dónde vamos qué más valgamos?». Era Simón, Cefas, la piedra que entonces (y quizá después) no era muy sólida pero sí espontánea. Pero sigue siendo válida hoy. Los que conocemos el Camino, no por gracia nuestra sino por bondad del Padre, sabemos que en este mundo de tinieblas, en el mundo que aplaude como heroísmo la avaricia y el acaparamiento, la cosificación del sexo, el endiosamiento del ego, ahí, no queda nada. Vamos con Jesús porque lo suyo es vida eterna y porque Él es el Mesías, el Ungido. Y sí, siempre habrá traidores.

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