¿Será o no será?

Juan 7:25-35

El pueblo: el voluble, el impredecible, el manipulado, el cambiante, el atormentado, el indeciso. Uno que dice: «no sé quién es, pero si el Mesías hace cosas más grande que éste, la que nos espera». Y los líderes, los iluminados, los conocedores que, por si las dudas, envían a prenderlo. Vemos a Jesús repitiendo algo que ya nos es conocido: es un mensajero, Él conoce al Padre, si ellos realmente creen en ese Padre, lo reconocerían. El conflicto es ya imposible de detenr.

La escena presenta una serie de confusiones provocadas por la obra del nazareno. Un pueblo al que le ha llegado el rumor de que ese predicador tiene la vida en vilo ahora lo ve como si tal en la fiesta. La primera pregunta es porqué no lo atrapan. Del otro lado, los fariseos que ven a su enemigo no sólo libre sino convenciendo a un pueblo que no debería hacerlo. Jesús haciendo declaraciones confusas: «me voy y cuando me busquen no me encontrarán». Hoy lo entendemos, pero entonces, con las confusiones que cualquier polémica genera, no se tenía claro. Algunos pensaron que se iba a la dispersión. Sabemos que Jesús decía que regresaría con su Padre, pero entonces era natural que los judíos de Palestina pensaran así. En fin, ahí están los elementos para un problema serio en el pueblo de Israel y para que la confrontación entre lo oficial y lo alternativo empezara a subir de tono.

Revisemos lo que había ocurrido hasta ese momento. En términos de agitación social, lo más que había hecho Jesús era expulsar a los mercaderes del Templo. En todo lo demás, no parecía más que un maestro que enseñaba cosas raras. Luego, sus milagros empezaron a causar conmoción en una parte importante del pueblo. Pero ese pueblo es cuestionado por el héroe y éste se empieza a convertir en villano. Para colmo (o para dejar claro qué quería) viola reglas religiosas. Cuando los maestros oficiales lo cuestionan, éste no sólo no pide perdón, sino que les revira y los vuelve a criticar. El pueblo empieza a tener dudas de quién era ese galileo. La oficialidad sabe que, de alguna manera, deben eliminarlo. Jesús no huye, pero empieza a ser más cauto. Sin embargo, cuando las circunstancias lo orillan, repite una y otra vez su mensaje. Lo repite tanto que los que lo escuchan empiezan a creer que hay algo raro. En estos momentos, Jesús ya no es un inofensivo, quizá desiquilibrado, rabí. Es un hereje y un blasfemo. Y éstos nunca han sido bien recibidos por las sociedades donde llegan.

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