La obra del Espíritu Santo

Juan 16:1-15

Dice Jesús que cuando llegue el Espíritu de la verdad hará ver al mundo tres cosas: el pecado por no creer en Él, la justicia que se refiere a su regreso con el Padre y el juicio, esto es, la derrota final del Príncipe de este mundo que, de hecho, ya ha sido juzgado. Palabras misteriosas en esa noche fría en Jerusalén. Los comensales no entendían más que las advertencias sobre las persecuciones por venir y la despedida que estaba tomando forma. Jesús parece entender que por más sencillez que le ponga a su discurso, habrá cosas que las tendrá que venir a decir el Espíritu Santo porque, en ese momento, sus discípulos no estaban preparados.

¿Qué hace entonces ese ser que está prometiendo Jesús? Convence, guía y trae a los creyentes la palabra que viene de Jesús, que, al ser el reflejo del Padre, es Dios mismo. Sí. La Trinidad, aquello que los más simples afirman es la parte politeísta del cristianismo, tres dioses en uno, la Trinidad cuyo nombre no está en ninguna parte de la Escritura, eso está aquí. En estos versículos viene esbozado lo que el cristianismo después desarrollará hasta límites casi impenetrables. La Trinidad, la relación entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, eso que dividió a la cristiandad mil años después, salía natural de la voz del Maestro. Y, sin meterse en especulaciones teológicas, les decía a sus apóstoles: les conviene que me vaya (que regrese al Padre) porque así el Espíritu, el Consolador, el Defensor, vendrá. El versículo 15 (todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará [el Consolador] de lo mío, y os lo hará saber) es la esquematización de la Trinidad.

No. No son tres dioses como en el inicio no fueron dos. Ni dualidades ni trieísmo (disculpen el terminajo). Todo apunta al Padre. Jesús mismo se declara inferior a su Padre. Y, ciertamente, no minimiza al Espíritu. Ya está: el Padre ha enviado a su Hijo a recordarles de quién son y a dónde deben ir. Los hará ver lo inútil de los intentos humanos para afirmar a Jesús como el único vehículo que conduce a Él. El sacrificio de expiación quedaría incompleto de haberse quedado ahí. Jesús no sería más que polvo y en polvo se habría convertido. Pero no. El mensaje de Jesús regresa en voz de ese Ser inmaterial que se llama Espíritu Santo. El regalo que Él da a sus seguidores. Y ese Defensor será quien guíe a los creyentes. ¿Hacia dónde? Hacia el cielo, de regreso a la Verdad que no es sino Jesús.

El Espíritu trabaja para el bien de los creyentes. El asunto de fondo es si los creyentes se convencerán que no necesitan más que ese Consolador para ganar las batallas espirituales. Vaya, todo parece ser «espiritual» en esto.

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