La gran oración III

Juan 17:20-26

La oración por las próximas generaciones: Jesús pide por aquellos que van a creer por la Palabra de esos primeros seguidores. Pide por la unidad de los creyentes. Pero no cualquier tipo de unidad sino la unión entre ellos, la unidad con Él y así, la unión con el Padre. El amor, nos dijo antes, es el sello de los cristianos. Sí, pero el síntoma del amor es la unidad. No existe amor en la separación entre el creyente y el Señor. Por eso antes Jesús había dicho que el creyente no es sino una rama de la vid y que si queremos dar fruto debíamos estar pegados a ese tronco. No es una ocurrencia más: si no hay unidad, no está el Espíritu de Jesús.

La perfección está en la unidad. Y el Señor quiere que sus seguidores lo sigan hasta el mismo cielo (o el lugar donde Él esté). El amor que hay entre el Hijo y el Padre deberá transmitirse a los discípulos. El final de este gran capítulo dice: «para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos». El amor: he ahí el gran misterio del evangelio. ¿Por qué nos sigue amando ese Padre? ¿Por qué está dispuesto a hacerse hombre y caminar entre escombros espirituales? Jesús nos vino a anunciar que en la mente del Padre, la humanidad está más que presente. Si es cierto que somos su creación, entonces el Maestro enseña que el hombre es la creación favorita. Nos guste o no.

Ahí está el Galileo, con la vista al cielo, intercediendo por los suyos y por los que están por venir. ¿No es una escena conmovedora y con repercusiones espirituales que apenas alcanzamos a ver? El evangelio de Juan añade esta gran oración justo antes de la Pasión. Quizá al terminar de leer el discurso más largo registrado en el evangelio, podremos empezar a entender la fase final de la vida pública del Señor Jesús. La Pasión viene después de una oración donde no pide por Él sino por sus seguidores. Ahí queda el registro del gran amor que Jesús tiene por sus amigos. ¿No hay aquí una diferencia cardinal entre un vulgar caudillo y el Rabí que da su vida por sus seguidores?

El amor que Jesús tiene de parte de su Padre es el mismo que provoca la unidad y el crecimiento espiritual en los cristianos. Es el amor el que envía al Espíritu y el que nos cuida. Aquella noche triste marcaría la historia universal. Hoy, veinte siglos después, estas palabras siguen resonando en la vida y el corazón de millones en este planeta.

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