La Pasión III

Juan 18:28-38

El diálogo con Pilato es más que interesante. Frente al representante del arrogante y conquistador Imperio, un carpintero de profesión, ya golpeado, vuelve a afirmar su origen. Pilato, el supersticioso, contra Jesús, el «Rey de los judíos». Vemos al establishment preocupado por los detalles. Legalistas hasta el final, preocupados por la ley pero no por el espíritu detrás de los mandamientos de Moisés, llevan ante la justicia romana a un ciudadano judío. Es claro el desprecio que esos tercos súbditos le despertaba a Pilato. Mandar a un funcionario a ese arisco territorio era más un castigo que un premio. Tenía que procurar la justicia pero el supuesto delito no era del interés de Roma. Conflictos, chimes, usos y costumbres locales, nada de importancia para Pilato. Y, sin embargo, ahí estaba Jesús de Nazareth.

¿Cómo calificar ese interrogatorio? Uno tiene la impresión de que en un punto determinado, ese hartazgo del principio parece convertirse en un interés genuino a pesar de la evidente indiferencia de Jesús, la resignación de alguien que sabe que su suerte está ya echada. Pero todavía ahí, en la tensión de uno que parece jugar con la vida de otro ser humano como si de un juego se tratara, se muestra la majestad del judío más universal. Ahí, en el Pretorio, Jesús establece un principio que debe resonar todos los días en los cristianos: su Reino no es de este mundo. Sencillo. ¿Qué tipo de teología se necesita para entender que lo de Jesús es un asunto espiritual? No seguimos a Jesús para aprender química, física, antropología, política, gerencia. ¡No, mil veces no! Lo seguimos porque nos lleva al cielo, porque nos enseña a ser espirituales. Si yerra quien busca la salvación en este mundo, también se equivoca quien busca el mundo en el cielo.

Jesús sigue mostrando cuál es su misión en este mundo: acercar la verdad a la humanidad. Y esa humanidad, representada por Pilato, pregunta: ¿qué es la verdad? Y punto. El filósofo quisiera la respuesta. Pero no la hay. Sin embargo, no debemos preocuparnos. Ya lo sabemos: ¡Jesús es la verdad! ¿Y quién es Jesús? La imagen misma del Dios de Abraham, Isaac, Jacob. El rostro de ese Dios refleja amor. Quien es de Dios, escucha la voz de Jesús. Pilato se termina aburriendo y descubre la intención política en ese juicio. Jesús era inocente. ¿No decían sus parientes que estaba fuera de sus cabales? Quizá ese sería su único problema. Podemos imaginar el fastidio en todo aquello. ¿Cómo no dejar que Jesús respondiera la gran pregunta? Porque Pilato no era de la verdad…

¿Escuchamos la voz de Jesús? Algunos cristianos tienen la misma actitud de Pilato. Una lejanía moral, aunque una curiosidad intelectual. Eso no es el evangelio. Pilato, Caifás y Anás conocían a Jesús, pero la diferencia es que no lo creyeron. Así que uno no es diferente por conocerlo sino por seguirlo.

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