Pedro, ¿lo amas?

Juan 21:15-23

Tres veces pregunta Jesús a Pedro si lo ama. Las mismas que otros evangelistas afirman que Pedro lo negó. Es la restitución plena de Simón, hijo de Juan, como el principal pastor del grupo apostólico. Tres veces donde Jesús le dice: si me amas, sirve, cuida, pastorea a mis ovejas. La incertidumbre de Pedro al principio de la aparición había pasado a la certeza de estar con su Rabí y luego  a la tristeza de escuchar esas preguntas. Termina, sí, con una reprensión, pero convencido de aquello que le transformaría el resto de sus días: Pedro sería el primer dirigente de la primera comunidad cristiana de la historia. Moriría preso, pero su muerte, siendo fiel a las enseñanzas del Maestro, serviría para dar la gloria a Dios.

Ese fue el ministerio de Pedro: ser el pastor de esas primeras ovejas cristianas. ¿Primeras? Preguntará más de uno. No se ve por ningún lado que este pasaje se refiera a más que la autoridad y la misión de Pedro esos primeros años del movimiento cristiano. Es más, quizá lo único que estaba en la mente de Pedro era cómo sobrevivir la persecución de los dirigentes judíos. ¿Jesús se refería en este pasaje al eterno primado de Simón Pedro para todas las generaciones por venir? ¿No era acaso la última ayuda a un hombre ciertamente de gran disposición pero de carácter volátil? Jesús reconoció el gran amor que este pescador le tenía, también sus debilidades y por eso repite tres veces la pregunta. Pedro estaba destinado a ser el primer gran referente de Jesús y su enseñanza, un pescador que transmitiría lo mejor que pudiera, con ayuda del Espíritu Santo, aquello de lo que estaba siendo testigo. Ni más ni menos.

Pero antes, un regaño final. Pedro, el celoso, pregunta por el destino del discípulo amado. La respuesta de Jesús es fulminante: ¿qué te importa? ¡Le pedía que cuidara de las ovejas y ya empieza a competir con otro! Sí. Es una respuesta poco amable para una pregunta poco pertinente. ¿Qué te importa lo que hago con otros? Sígueme. Ahí está el reto para los egos de toda la historia. Seguir a Jesús implica renunciar al yo que celoso y vanidoso. Si Jesús va a hacer grandes obras por medio de otros hombres, ¡a ti qué! ¡Tú sigue a Jesús! Cuando uno dice que sigue a Jesús y no a los hombres debe saber que se está comprometiendo a amar y respetar al otro, a ese compañero para quien el Padre tiene otra misión. Rápidamente, Pedro volvió a escuchar a un Jesús duro. No era para menos, la misión de dar a conocer a su Padre estaba en manos de esos hombres. Debían estar preparados.

En ese pequeño grupo de hombres comunes, nacía la semilla que convertiría a millones, que separaría al pueblo judío del pueblo cristiano y cuyas ramas alcanzan ya nuestros días. Mientras ellos comían, la victoria final de Cristo se concretaba. Él ha vencido al mundo.

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