Pues llegamos a la segunda década del tercer milenio. ¿Qué nos espera los próximos diez años? La gran incógnita, la gran pregunta, el gran empeño del hombre: intentar predecir, jugar al profeta. No lo sabemos porque ni siquiera estamos seguros de la existencia del destino. Así que salgamos a enfrentar los retos. No olvidemos que el Señor está listo a hablar y que sólo necesitamos tener la frecuencia correcta para escucharlo. Lo que sigue sí es decisión nuestra: o lo obedecemos o no. Mi humilde recomendación es que lo obedezcamos.
Bendiciones para el 2011.