Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente. En cambio, el que es espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie (1 Corintios 2.14-15)
Por momentos me gustaría dirigirme a los más jóvenes y pedirles una sentida disculpa. A su edad yo ya estaba ahí dentro. Me puedo excusar diciendo que era muy joven y que sentir bonito pudo más que la crítica justa y la pelea espiritual para que las cosas cambiaran. O decir que cuando me di cuenta del desgarriate me resistí a empujar más porque en una de esas descomponía en lugar de arreglar. O apelar al miedo: ¿qué sería de mi cuando estuviera lejos de todo eso? ¿Dónde iría los domingos? ¿Seguiría teniendo a mis mejores amigos cerca? Puedo inventar muchos pretextos. El hecho duro es este: después de un cuarto de siglo los que se sentaban en la primera fila se siguen sentando ahí (esos lugares siempre están reservados) y el festín de disparates se sigue festejando como si a nadie importara. Se siguen reciclando las mismas enseñanzas y hasta las mismas canciones. Ahora ponen el escenario al centro (a mí se me figura un ring de lucha libre) como para dar la impresión de que algo (¿el predicador, la música, el teatro?) están en el centro. Visión de 360 grados: todos saben quién manda ahí. Como en mi época, veinte minutos de emocionantes cantos siguen nublando el entendimiento. Yo decía: “¿cómo alguien puede criticar y calificar esta comunión y estas lágrimas mías como algo demoniaco?”. Esos minutos me costaron horas, días y meses de sometimiento emocional y espiritual cruel y despiadado. Lo bonito de la reunión borra cualquier argumento y peor si te dicen que todo ese espectáculo no es “bíblico”. Ni Pablo ni Pedro ni Juan, vaya, ni Santiago se reunieron en una arena romana con 4500 cristianos a “adorar a Dios”. Pero yo no pude influir nada en esos líderes. Veinticinco años de bloquear, con sus hechos, el poder liberador del Espíritu Santo. Quizá yo, por omisión o comisión, tenga algo de responsabilidad. Por eso me da por pensar la frase: lo siento, no pude cambiar nada. O, a la mejor, no debía hacerlo. 🙂