“Yo no veo a los hombres”

No juzguen por la apariencia, sino juzguen con juicio justo (Juan 7:24)

La mejor receta para no hacer nada ante los abusos evidentes de los dirigentes: decir que yo estoy en este lugar sólo por Dios, que Él pondrá a cada quien en su lugar, que quién soy yo para juzgar, que “maldito el que se mete con el Ungido de Yahvé”. Si no miras a los hombres (o mujeres): ¿por qué no adoras a Dios única y exclusivamente en tu casa? La iglesia es una comunidad. Y la iglesia también es una comunidad con liderazgo. Si este liderazgo es francamente corrupto, incompetente, impuesto por hombres, ¿esperas que Dios actúe? ¿Cómo lo hará? Incluso con el mismísimo David, Dios utilizó a Natán para reprenderlo severamente. Por mucho tiempo yo quise tener la fama, el poder, el prestigio, esa suerte de “línea directa” con Dios, pero sin pasar por las tribulaciones, burlas, incomprensiones, persecuciones e incluso la soledad de esos profetas. Un día me di cuenta que la diferencia entre dar profecía y ser profeta es que el profeta vive la profecía. Incluso cuando duela, cuando no sea cómoda, cuando parezca que hará volar por el aire todo lo que antes constituía una seguridad.

Así pues, decir que estoy aquí por Dios y por los hermanos pero, al mismo tiempo, no tocar ni con el pétalo de una rosa a los líderes es tan cómodo (o cobarde) como decir que te comes un platillo de gusanos porque disfrutas del restaurante, de los meseros, de la música, de los comensales pero que alguien se encargue del chef que casi te envenena con sus platillos. ¿Quién será ese “alguien? No lo sabes y parece que no quieres saberlo. No juzgar con “juicio justo” es ser cómplice del estado de cosas en tu comunidad. ¿Y si eres ese instrumento que Dios va a utilizar para juzgar a estos hombres? Quizá lo estés pensando. Quizá tengas años así. Nuestro Padre te va a esperar, te irá llamando, hablando al oído y a veces con clamor, pero tampoco te va a rogar. Siempre habrá alguien a quien no lo de miedo la mediocridad, alguien que decida hacer de su Dios la única seguridad, alguien que “juzgue con justicia”. Ese día pensarás: “¿por qué no lo hice yo?”. Y sabrás la respuesta: por cobarde. No importa. El Padre te seguirá amando y siempre, siempre, te protegerá.

1 comentario

  1. sandra dice:

    Excelente reflexión! Gracias por compartirlo y sobre todo por aterrizar en otras palabras lo que el chip de miembros de la iglesia nos enseñó desde hace mucho tiempo. También no nos atrevemos a señalar las faltas del liderazgo porque nuestras vidas siempre hay necesidades y eso nos resta autoridad para levantar la voz, si pudiéramos dejar ese lastre sabriamos pedir mas a nuestros lideres.

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