Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente (Mateo 9:17)
El gran problema cuando se vive en un sistema religioso abusivo es que muchos de las soluciones de hermanos bien intencionados son sólo calmantes. Es querer curar el cáncer con agua oxigenada. Lo viví y lo sigo viendo. ¿Por qué no funcionaba la campaña evangelística? ¿Por qué los hermanos seguían igual después de la velada de oración? ¿Por qué los hermanos seguían faltando y no daban sus ofrendas y “pecaban”? ¡Porque todo el sistema estaba quebrado! Había hermanos que tenían muy buenas ideas, muy buenas propuestas. Pero llegaban a las manos de los líderes y todo lo que ese plan tenía de vivo se convertía en algo acartonado, seco, aburrido, tibio. Eso, si pasaba por la autorización de los superiores. Si decidían hacerlo “por la libre” y simplemente lo empezaban, no faltaba el día en que la jerarquía se enteraba y terminaban con el plan, con el hermano y con toda idea que no tuviera su bendición. No es que no creyeran en los hermanos entusiastas. No. Lo hacían todo en nombre del orden, el progreso y la paz de su iglesia. Estos hermanos de buen corazón siguen existiendo. Todo mundo los conoce… y todo mundo sabe que ahí no serán libres de aplicar su idea hasta que lleguen a cierto nivel de liderazgo y, entonces, se tendrán que cuadrar a lo que otros liderazgos autoricen. En los sistemas jerárquicos, los cambios suelen venir siempre de arriba hacia abajo. Pero de muy arriba. Es ahí donde el sistema se mantiene. En esos puestos, algunos líderes se suelen quejar de lo apático de los hermanos. Piden alguna propuesta y nadie propone. Dan a conocer un plan y todos dicen que sí. ¿Cómo pretenden que los hermanos opinen cuando nadie les ha enseñado a hacerlo? ¿Cómo va alguien a dar una idea cuando los han oprimido por años? ¡No saben volar! Así que esos lindos planes no son más que placebos. El Espíritu de los hermanos no es alimentado. Lo pueden ver en cientos de congregaciones: las cosas se hacen así porque así se han hecho por décadas. El hermano entusiasta más tarde o temprano se da cuenta de eso. A veces concluye que el malo del cuento es él. No. El sistema está rebasado, no funciona, no sirve. El responsable, hay que decirlo, es el liderazgo. Son ellos y no el hermano bien intencionado los que sojuzgan a la Iglesia. Pero, como lo hemos visto también, el creyente un día se da cuenta que las alas nunca se las cortaron y simplemente vuela. ¡Qué maravilloso día ese!
Existe un tiempo para cada cosa, como un lugar para cada persona que busca sinceramente al creador. Habrá quienes se conformen con vivir bajo las redes de esa opresión o del error, pero otros, en cambio; desplegaran sus alas para continuar caminando y aprendiendo.
Tanto los que se quedan presos, como los que buscan nuevos horizontes, todos ellos finalmente alcanzaran la gracia divina, pero el caminar será totalmente distinto. He ahí donde radica la diferencia.
Que tanta responsabilidad tiene un mal liderazgo?
Tanta como lo permitan los corazones,
Tanta como el seguidor ame a Dios, porque al final podra mantenerse firme y encerrado, sin saber que podria ser libre y alcanzar de una mejor manera la gracia divina, aunque todo esto es relativo.
Gracias por compartir!
Coincido Sandra… coincido!