Los días guadalupanos, que en México son el 11 y 12 de diciembre, me conmueven mucho… tanto como cuando recuerdo esos días en que nos desvelábamos y no dormíamos por orar y leer la Biblia; cuando no comíamos porque era comprar la comida o dar la ofrenda; cuando nos subíamos a vender dulces porque iniciaríamos una “misión”; cuando los domingos nos levantábamos temprano para el pre pre pre servicio; o como cuando corríamos al Metro porque nos dejaba el último; o cuando hacíamos guardia cerca de la casa del hermano débil para cazarlo y decirle que si no iba era caída; o cuando a la hermana soltera se le decía que siguiera orando porque su pareja tenía que ser de la misma secta; o como cuando a nuestra familia le decíamos que nuestra verdadera familia eran los de la secta y no ellos…
La única diferencia es que nosotros presumíamos de hacerlo siempre, no una vez al año… eso y que nadie nos daba cafecito gratis en la calle (salvo el 11 de diciembre cuando sí nos daban porque caminábamos por las mismas calles que los guadalupanos).