“Anímense con estas palabras…”

¿Para qué se reunían los cristianos en el primer siglo? Lo que nos llega de las Escrituras podría no ser una lista exhaustiva, pero, volvamos al tema de ser bíblicos, y preguntémonos mejor:

Lo que usted y su iglesia hacen ¿se parece, al menos de lejos, a lo que usted lee en el Nuevo Testamento?

Trate de ser honesto. Aunque duela.

Yo solía asistir a un grupo religioso que presumía de ser bíblico. Dejemos de lado que tenían un lema un poco riesgoso “donde la Biblia calla, nosotros hablamos” y digamos que para ellos eso de ser bíblicos era tener actividades que se parecieran a lo que la Biblia decía. El gran peligro (para quien enseñaba tal cosa) era que cualquiera que viera la lista de preocupaciones de los líderes y las comparara con aquellas del texto bíblico descubriría que las prioridades e incluso las actividades tenían poco que ver. Acá una lista:

  • Luces y sonido. Sí, quizá una de las principales preocupaciones cuando nos reuníamos era que no fallara el micrófono. Cuando nos robaron el equipo de audio, el líder estaba en la tristeza total. Lo mismo cuando proyectábamos algo: el proyector siempre fallaba cuando no tenía que hacerlo. La verdad es que era una ansiedad terrible que alguien quisiera presentar un power point o un video al público, no fuera a fallar el equipo a la mera hora.
  • Campañas evangelísticas. Se nos enseñaba que el crecimiento era sinónimo de nuevas personas convertidas. El silogismo era simple: una iglesia sana crece (en número de miembros), una iglesia enferma no crece. Con esto en mente, los debates sobre días, temáticas, nombres de las campañas, impresión de propaganda, programa, invitados especiales, eran interminables. A veces poníamos nombres de telenovelas o películas de moda (no dudo que alguien hoy en día dijera algo como “Escuadrón Suicida para Dios” o una cosa similar. No se rían, es serio), otras veces los predicadores nos fallaban, algunas discutíamos si poner un baile o mejor al hermano que cantaba bonito… ¡qué inmisericorde forma de perder el tiempo!
  • Recolección de dinero. Este tema quizá compite con cualquier otro en importancia. Un dicho común era que para Dios el dinero no era importante, pero para el mundo sí, y como nosotros estábamos en el mundo, pues necesitábamos monedas. Vi muchas veces la cara de preocupación en líderes que veían cómo el dinero escaseaba. Se hacían planes, se exaltaba a los hermanos que daban sus cuotas, se regañaba y amenazaba con maldiciones (bíblicas, obvio) a quien no diera. El dinero era un verdadero dolor de cabeza cuando no había y una gran alegría cuando abundaba.
  • Talleres para solteros, casados, adolescentes, madres solteras y un largo etcétera. En algún momento se creyó que era buena idea separar por edades o por estado civil a la iglesia. Esto sólo generó divisiones, pero además, la atención que la iglesia daba a cada grupo dependía del estado y el ánimo del líder en turno. Cuando un líder principal era soltero, el ministerio de solteros tenía mucha relevancia; ese mismo líder se casaba, ahora los matrimonios eran importantes; tenía hijos, la enseñanza para padres se convertía en lo relevante; los hijos eran adolescentes, pues el grupo de adolescentes se fortalecía. ¿Se adivina el resultado? Una iglesia que da bandazos, que un día quiere una cosa, otro día quiere lo contrario. Y recursos ingentes se gastaban para mantener esos grupos con cierta salud “espiritual”. Por supuesto, había “fiestas de solteros”, “fiestas de casados”, retiros de jóvenes y así ad infinitum.
  • Ministerios de música y una lista larga de otros ministerios. Si el sonido ocupaba gran atención en los servicios, la música tenía también su propio lugar. El coro era un rompecabezas que iniciaba por cuestiones técnicas (¿a capella o con instrumentos?) y terminaba en primeros auxilios emocionales (el líder del coro ya está viendo con ojos de lujuria a la hermanita del coro o viceversa). De ahí a los interminables ministerios que surgían. Llegó a existir un ministerio de poner y quitar sillas… que peleaba con el ministerio de la música que tenía que llegar temprano y se quejaban de los ruidos que hacían los del ministerio de sillas, que a su vez se quejaba con el de Santa Cena porque desordenaban las filas y éstos a su vez se enfadaban con el cuidado de niños porque los responsables no lo eran tanto y los niños gritaban como posesos a la mitad de la oración… y un largo viacrucis para que en el momento del sermón hubiera cierto orden y armonía y el predicador no se enojara y lanzara anatemas desde el púlpito al ministerio del sonido…

Esos son sólo algunos ejemplos de prioridades en una iglesia. A cambio, sólo como ejemplo, el Apóstol San Pablo dice a los Tesalonicenses: “Por tanto, aliéntense los unos a los otros con estas palabras (1 Tes. 4:18)”. ¿Cuáles eran esas palabras? ¡La resurrección de los muertos! Y si revisamos 1 Corintios, veremos una lista de los asuntos y problemas que aquejaban a esa iglesia y que interesaban poner por escrito a Pablo:

  • Divisiones en el que los grupos en pugna tomaban a su propio caudillo.
  • Relaciones sexuales (oh sí, matrimonio, prostitución e incesto desfilan en las páginas de 1 Corintios).
  • Problemas entre cristianos que terminaban en pleitos legales ante jueces no-cristianos.
  • Qué era y cómo se tenía que tomar la Santa Cena.
  • Los dones milagrosos y las manifestaciones espirituales.
  • La manera en la que se debían ordenar las reuniones cristianas.
  • La resurrección de los muertos.
  • La ofrenda para los santos.

¿Se parece esta lista a las preocupaciones de su iglesia? O quizá ya somos de una generación tan madura y tan espiritual, que eso que Pablo escribió ya está muy fuera de moda y pues solo sirve para pasar un rato de sano esparcimiento espiritual. Quizá, si Pablo escribiera hoy, tendría una línea para el ministerio de niños y otra para el equipo de audio de los inmuebles donde se reúne la iglesia. ¿Será?

MEDITE: ¿Y si nuestras prioridades como iglesia no son las prioridades ni de la Biblia ni del Maestro ni de Dios? Cuidado con ser odre viejo.

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1 comentario

  1. Isaac García Mondragón dice:

    Es impresionante reconocer a todas luces, que no se tenía la mínima idea de lo que es »
    hacer iglesia»

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