En general, la gente hoy no va a una iglesia a discutir, polemizar, dialogar. No. Van para recibir soluciones mágicas, respuestas únicas. No quieren pensar porque, ¿no es la iglesia el lugar para estar en paz? ¿No está el mundo lleno de preguntas preguntas pendientes de responder como para que también la iglesia lo sea?
Por eso aborrecen el conocimiento. El conocimiento trae problemas, dudas, cuestionamientos. El hermanito que estudia es el raro, el problemático, el conflictivo. El hermanito que dice a todo sí es el ejemplo, el dócil, el obediente. Hay una cultura de la ignorancia, una apología del que no conoce, del que no lee.
La Iglesia (con mayúscula) se convierte en la única guardiana y depositaria de la verdad. Y sus representantes se adjudican el monopolio de la interpretación y aplicación de esas verdades. He visto a gente culta, leída, estudiada, caer seducida por predicadores primitivos y limitados.
«Tantos libros te han vuelto loco». ¿Cuántas veces habré escuchado esto? Yo, y he aquí la bendición que les comparto, estoy rodeado de personas pensantes, con las que discutimos horas, días sobre detalles que todos los demás consideran triviales. Son estos hermanos y hermanas, a quienes considero mi familia espiritual, verdaderos creyentes y no muñecos de ventrílocuos que repetirán sus dogmitas. Son los que se atreven a preguntar «¿ por qué?», y que no consideran pérdida de tiempo intentar responderla.
Y ya. Pregúntense: «¿y si esto que el predicador dijo en el sermón del domingo no fuera cierto?». Salga de su cajita. Lo que verá afuera es maravilloso. Único.
Ciertamente Dios nunca se propuso tener hordas y hordas de borregos sin criterio
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La iglesia verdadera tendrá necesariamente que ser critica de sí misma como se lee en general en toda la biblia… ________________________________