Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. «Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Y al orar, no usen ustedes repeticiones sin sentido, como los Gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. Por tanto, no se hagan semejantes a ellos; porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes que ustedes lo pidan.
¿Cómo no tener en mente «las repeticiones sin sentido» que escuchamos en los rezos de muchos creyentes de hoy? ¿Es un asunto de liturgia? ¿Y cómo pasar por alto los grupos de cristianos que se reúnen en las esquinas de las calles y oran con visible fervor ante la mirada atónita (o acaso indiferente) de los transeúntes? En lugar de oraciones fervorosas demostramos actitudes arrogantes.
