La oración

Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. «Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Y al orar, no usen ustedes repeticiones sin sentido, como los Gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. Por tanto, no se hagan semejantes a ellos; porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes que ustedes lo pidan.

¿Cómo no tener en mente «las repeticiones sin sentido» que escuchamos en los rezos de muchos creyentes de hoy? ¿Es un asunto de liturgia? ¿Y cómo pasar por alto los grupos de cristianos que se reúnen en las esquinas de las calles y oran con visible fervor ante la mirada atónita (o acaso indiferente) de los transeúntes? En lugar de oraciones fervorosas demostramos actitudes arrogantes.

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Limosnas e hipocresía

Por eso, cuando des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

La Versión Popular traduce: «que ni tu amigo más íntimo se entere». ¿Por qué ayudamos a los necesitados? ¿Para presumir a otros lo bueno que somos? ¿Para que escuchemos los aplausos de amigos? ¿Para limpiar nuestra conciencia? No. El cristiano se da a sí mismo en el secreto de la soledad porque Dios bendecirá sobre todas las cosas. Los seguidores del Maestro debemos huir del aplauso, por muy bien intencionado que este sea.

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El sentido de la piedad

Cuídense de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos.

¿A qué justicia se estará refiriendo Jesús? ¿No nos había dicho antes que nuestra luz debía brillar delante de los hombres? Sí, pero a lo que se refería en esa cita era a las obras. Aquí está hablando de prácticas piadosas. Visto en retrospectiva, es decir, desde la cruz, de lo que habla es de cómo vivir la salvación puesto que ésta sólo viene por medio de la justificación. O en otras palabras, aquí tenemos la interpretación de Jesús sobre la praxis. Y, lo veremos, ésta no es sino una actitud personal, íntima, de cercanía con el Dios al que también oraba Jesús.

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Amar al enemigo

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en el cielo; porque Él hace que su sol salga sobre malos y buenos; y envía lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también así los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los publicanos? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto.

Ese último versículo resuena en los oídos de los seguidores de Jesús como la alarma que despierta almas dormidas. Con eso termina esta primera etapa del sermón, donde las relaciones entre hermanos están en el centro del blanco. La hipérbole perfecta: ser como Dios. ¡Vaya desafío del Rabí de Galilea!

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La otra mejilla

Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis el mal; antes a cualquiera que te hiriere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y a cualquiera que te demandare ante la ley y tomare tu túnica, déjale tomar también la capa; y cualquiera que te obligare a ir una milla, ve con él dos. Al que te pidiere, dale; y al que quisiere tomar de ti prestado, no le rehúses.

Esta es una de las escrituras que más provoca mofa entre creyentes y no creyentes. Para unos es la muestra de la ingenuidad total, para otros es una regla prácticamente imposible de cumplir. Unos quieres aprovecharse de ella y otros violarla. El Maestro ha abrogado la famosa ley del talión y en su lugar ha impuesto un principio superior: mantén cualquier relación en paz. No es que estas palabras signifiquen sólo sumisión total, también quieren decir paz entre hermanos. Jesús parece decir: detén cualquier pleito a cualquier precio. Hay un recuerdo de la bienaventuranza a los pacíficos.

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El juramento

Además, oísteis que fue dicho por los antiguos: No perjurarás; mas cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Mas sea vuestro hablar: Sí, sí: No, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.

Jesús visita ahora el tercer mandamiento. Ahora se trata de cambiar por completo el concepto de la integridad. Es sentido común, y así lo interpretaron los religiosos de la época, que si uno jura, uno debe cumplir. Sin embargo, el Maestro también deja ver su pragmatismo: ni siquiera jures. El grado de juramentos iba del cielo a la cabeza de uno mismo. Hoy mismo podemos escuchar a algunos que dicen «te juro por mi madre…», «te juro por Dios». ¿No saben lo que están diciendo o se hacen los occisos? Para que no quedara duda, Jesús lo explica claramente. Si uno jura por lo más divino, está poniendo de albacea a un Dios más grande que cualquier promesa superficial. Si lo hace por uno mismo, de poco sirve pues poco control se tiene sobre el destino personal. Así que aquí queda establecida la integridad de un cristiano: ha de cumplir con lo que dice. La sola palabra debiera bastar para respaldar la acción futura de un seguidor de Jesús.

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Adulterio y deseo

Oísteis que fue dicho por los antiguos: No cometerás adulterio. Mas yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea lanzado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que uno de tus miembros se pierda, y no que todo tu cuerpo sea lanzado al infierno. También fue dicho: Cualquiera que repudiare a su esposa, déle carta de divorcio. Pero yo os digo que cualquiera que repudiare a su esposa, salvo por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la divorciada, comete adulterio.

El problema no es la belleza, ni que una mujer use atuendos sensuales. Tampoco es que vivas en el trópico, en una ciudad calurosa donde lo más cómodo sea vestir con ropa ligera. Lo malo no es que pase una mujer o un hombre desnudo frente a ti. Jesús convivió con prostitutas, así que sabía lo que decía. El pecado no está en el otro sino en ti. La mujer no es culpable de usar vestidos o blusas cortas. No. Jesús responsabiliza al mirón y lo condena con firmeza: codiciar a una mujer es caer en adulterio.

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El odio, el enojo y el homicidio

Mateo 5:21-26

Oísteis que fue dicho por los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare estará expuesto a juicio. Mas yo os digo que cualquiera que sin razón se enojare contra su hermano, estará en peligro del juicio; y cualquiera que dijere a su hermano: Raca, estará en peligro del concilio; mas cualquiera que le dijere: Fatuo, estará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si trajeres tu ofrenda al altar, y allí te acordares que tu hermano tiene algo contra ti; deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve, y reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25 Concíliate presto con tu adversario, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante

Jesús ha venido a darle plenitud a la ley de Moisés. Esa plenitud viene de amar al prójimo como a uno mismo. Es más importante cuidar las relaciones entre hermanos que un rito religioso. A partir de esta enseñanza, el Maestro va a redefinir el sentido de los diez mandamientos. Y elige justamente aquellos que atañen al otro.

Sus palabras son duras y el patrón de comportamiento es francamente antinatural. ¡Pero justamente eso quiere decir «morir a uno mismo»! Si alguien te ofende, lo más natural es que te enojes, que lo insulte, que pelees. Cuán olvidados son estas palabras de Jesús. No es raro encontrarnos con pleitos en la calle, cuando uno va en el auto, o cuando va caminando. Hay algunos que rezan todos los días, que se cuelgan, pegan, tatúan símbolos cristianos y, sin embargo, insultan e injurian a… ¡los que también llevan símbolos cristianos! Creyentes y violentos, tiene en su boca las palabras dios y jesús pero pelean igual que los que no siguen a Jesús.

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La ley y Jesús

Mateo 5:17-21
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo sea cumplido. De manera que cualquiera que quebrantare uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Siempre me ha intrigado este pasaje. Lo leí por primera vez hace más de diez años y sentí una especie de vértigo luego de leer las bienaventuranzas. ¿Qué quería decir Jesús con eso de que no venía a abolir la ley? ¿Por qué Pablo parece contradecir este pasaje? ¿No leemos en la interpretación paulina que la Ley y los profetas se resumen en Jesús? Si abolimos la circuncisión, el sabath, el diezmo, ¿no estamos quebrantando la ley y los profetas? Y todavía más punzante: ¿debemos ser más estrictos en el cumplimiento de la ley que los «odiosos» fariseos y escribas? Más de uno podría concluir que para entrar al reino de los cielos uno debe ser sumamente religioso. Estas palabras no son de digestión sencilla.

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Salados e iluminados

Mateo 5:13-16

Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.

Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.

Dice la famosa wikipedia: «La sal es el condimento más antiguo usado por el hombre y su importancia para la vida es tal que ha marcado el desarrollo de la historia en diversas fases». Para Jesús sus seguidores deberían ser el condimento más importante, los que marcan la historia, quienes dan sabor a la historia. Los discípulos del Maestro galileo son importantes y él lo enfatiza en este pasaje.

¿Por qué Lutero se asustó tanto de las «obras»? La respuesta daría pistas sobre el momento histórico de la reforma protestante y del talante teológico del monje agustino. Jesús lo dice claramente en este evangelio: el cristiano no lo es por una disposición exclusiva de la mente o el corazón (o donde se aloje la fe). Por eso las comparaciones con dos de los elementos más importantes para la vida humana. Lo que está enfatizando es la utilidad. La sal sin sabor no es más que polvo incómodo y la luz escondida es lo mismo que la oscuridad manifiesta. Así son los cristianos que se esconden detrás del amuleto de la sola fide para excusarse de las buenas obras que aquí promueve Jesús.

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El día de Pentecostés

Hechos 2

Lo diré desde el principio: no vas a encontrar definiciones absolutas en esta reflexión. No sé si este evento sólo fue una vez o si se tiene que repetir, no sé si aquí se inauguró la iglesia o si ese evento fue antes, tampoco si debemos aspirar a tener el don de la glosolalia o si hablar en español (o en tu idioma) baste y sea suficiente. Tengo mis propias creencias al respecto pero jamás llegaremos a un acuerdo con los que creen lo contrario. Ambos podemos decir siempre «la Biblia dice» o «la Biblia no dice» y de ahí no movernos hasta la llegada de Jesús. Así que no me importa si eres carismático, de los que creen que los dones han cesado o si estás a la mitad de esos caminos. ¿Crees en Jesús? Yo también.

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Dónde está oh muerte tu aguijón

1 Corintios 15:55-57

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y la potencia del pecado, la ley. Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo.

Ateos y agnósticos lo deben reconocer: no hay salvación en este mundo. La ética más elevada, la más noble, toda es temporal y, por lo tanto, se derrumba ante la muerte. Por eso entre ateos la muerte es más «respetada» que Dios. Como un hecho palpable, la muerte representa la barrera infranqueable que ningún ser humano ha podido violar. Todos podemos ir de aquí a allá pero nadie lo hace de allá para acá. El más allá no es científicamente comprobable. Lo único comprobable es que el cuerpo humano se deshace, se corrompe; huesos y carne llenos de gusanos, olores nauseabundos, ahí termina la experiencia humana. Y, por lo tanto, ahí terminan las ideas de los más grandes pensadores de la humanidad.

El llanto de la muerte. El llanto que es egoísta. Lloramos porque ya no vamos a ver y sentir. Si vas a morir, ¿por qué llorar? Porque te gusta, porque aparece el egoísmo. En todo el proceso luctuoso hay ego. Yo, yo, yo: los «tanatólogos» tratan de paliar ese yo con el «otro». Déjalo ir, tú no eres culpable, vive y deja vivir, frases para el yo. Si alguien murió, ¿por qué lo lloras? Lo mismo: soy yo quien ya no lo voy a ver, soy yo el que no va a gozar de esta persona. El egoísmo pulula en el ser humano. El orgullo es el cáncer del alma humana.

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Los perseguidos por causa de Jesús

Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Regocijaos y alegraos; porque vuestro galardón es grande en el cielo; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Aquí está la parte que muchos quisieran saltarse. La parte comprometedora del mensaje. El círculo se cierra: Jesús es la verdad y por la verdad vale la pena ser insultado y perseguido. Es el compromiso máximo de un seguidor. Un discípulo de Cristo lo seguirá cuando esté en las buenas y, principalmente, en las malas. Los grandes hombres han sido siempre perseguidos, incluso los profetas, personas que «el mundo no merecía», fueron acerrados por la mitad, apedreados, maldecidos por la sociedad. Jesús mismo padecería la más ignominiosa de todas las muertes imaginables en esa sociedad del siglo I.

Es cierto que estas verdades son universales. Escuchemos al crítico que, con el Eclesiastés dirá, no hay nada nuevo bajo el sol, ya Buda lo había enseñado antes. Quizá. Pero lo que el Maestro está diciendo aquí es una prevención contra los malos entendidos: este es el camino que el Hijo de Dios está trazando y sus seguidores deberán pasarlo les guste o no. Ahí, en obedecer al Señor, se demuestra quién es cristiano de verdad y quién cristiano de teatro. Porque, hasta la bienaventuranza anterior, todo el mundo podría estar de acuerdo. Podríamos crear un programa ético y cultural basado en estas pequeñas sentencias. Está de moda aquello del multiculturalismo, tolerancia, responsabilidad social. Pues bien, el programa del Maestro podría ser planteado por un no creyente y todos aplaudirían. La izquierda diría que ese es el programa histórico de los movimientos progresistas de todas las épocas. La derecha diría que ese es el objetivo final de toda política pública. Secularicemos el sermón de la montaña y seamos felices.

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Los que sufren por la justicia

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia; porque de ellos es el reino de los cielos

La octava bienvanturanza se enfoca en los que padecen la persecusión por causa de la justicia. Los primeros que se nos puede venir a la mente son aquellos caidos en el combate contra los malos; las balas que destrozan el rostro y la vida de quienes procuran la paz en este mindo, la sangre fresca de los que en esta hora han dado su último aliento para vencer a los criminales. Puedes estar pensando en los policías y soldados honestos que mueren por la mano asesina de los sicarios. Pareciera que a nuestra sociedad (¿cristiana?) le gusta la sangre de los inocentes.

Ya mencionamos que la justicia a la que se refiere Jesús no es esa de tipo humano que «da a cada quien lo que se merece». Ni siquiera es una del tipo «readaptación social» que algunos países ingenuamente tratan de implementar. Su justicia es aquella que significa obedecer a Dios. La bienaventuranza parece una advertencia: hay personas que se oponen activamente a que otros hagan lo que el Padre quiere.

El verbo ahora es presente: los que ya padecen persecusión son dichosos. No hay mártires por vocación. Los creyentes que han muerto por defender su fe no buscaron el martirio. Así que hay que desconfiar de esos cristianos que van por el mundo provocando su sufrimiento. Hacer lo que es justo tiene, de por sí, su riesgo. Pero ningún seguidor de Jesús busca su muerte. El Maestro mismo, cuyo destino era morir y resucitar, no asuza a la violencia e incluso hay pasajes donde se ve cómo rehusa la confrontación. Y es que ser cristiano, decirlo y vivirlo, confronta.

Todo esto trae de regreso el asunto del sufrimiento. Los críticos dirán que el Dios en el que creemos es un tanto sangriento por permitir esto. Otra vez debemos decir que ese es el gran misterio de nuestra fe. ¿Por qué han de sufrir los que hacen lo justo?

Los que buscan la paz

Bienaventurados los pacificadores porque Dios los llamará hijos suyos

Decir que vivimos en un mundo violento es decir una perogrullada, un lugar común, nada nuevo. Todos sabemos eso. Y también que hay varios tipos de violencia: física, verbal, mental, espiritual y las que quieran añadirse. ¿Por qué nos hemos acostumbrado a vivir así? ¿Es acaso una característica sine qua non del ser humano? ¿Ser humano significa ser violento? Hemos vivido con guerras y conflictos entre hermanos, vecinos y desconocidos. El pregonado progreso se ha construido no con la razón sola sino con mente y manos, con cerebro y sangre. Y entonces llega Jesús a decir «dichosos los que trabajan por la paz».

Jesús invirtió los valores de moda en su tiempo. ¿Cómo recibiría un soldado romano esta declaración? ¿Y un soldado moderno? Nos movemos no por una doble moral. No, esta frase es también cliché. Más bien, los cristianos se han acostumbrado a creer que lo que dice Jesús está bien idealmente, que él lo dijo porque era el Hijo de Dios. Dile esto a un policía o a un soldado. El ideal, el altar, las fiestas solemnes que ha sacralizado el occidente culto y secular. Gandhi se codea con Jesús y la Madre Teresa en la escala de héroes de tiros y troyanos. Es correctamente político decir «Gandhi» cuando a uno le preguntan sobre un líder ejemplar. Muy bien. Pero en la vida cotidiana, ¿cuántos trabajan por pacificar? ¿Qué es trabajar por la paz?

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Los de corazón limpio

Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios.

En otro pasaje, Jesús dirá que todo aquel que no tenga el corazón de un niño no podrá entrar al Reino de los cielos. Si tú cuentas con una actitud recta, sin dobles intenciones, sin hipocresías, honesta; felicidades, verás a Dios. Y es que si lo pensamos más detalladamente, el creyente que desea tener una relación con Dios sabe de antemano que deberá contar con un corazón libre de suciedad. Una de esas formas de intimidad con el Padre es por medio de la oración. ¿Cómo llegar a una cita tan importante con el Ser más importante del Universo si no es con una actitud clara y honesta?

Sin embargo, no basta con tener una actitud franca con el Señor. Porque si fuera así, cualquier criminal que reza todos los días para que salgan sus negocios tendrían razón al decir: gracias a Dios me fue bien este día, cuando bien significa robos, asesinatos y maldad perpretada. Un hermano me contó esa anécdota: vivía en un lugar que parecía la cueva de los 40 ladrones. Me cuenta que invitó a uno de ellos a conocer de Cristo. El individuo no quiso pero un día se encontró con el hermano por la mañana y le pidió que orara para que le fuera bien en su trabajo. En la noche, el hermano lo volvió a ver ya con el botín en sus manos. Mira, gracias a Dios me fue bien hoy. Es una historia real. La historia del cinismo, la estupidez y la ignorancia sobre lo que Dios quiere y puede hacer.

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Los misericordiosos

Bienaventurados los misericordiosos; porque ellos alcanzarán misericordia

Claro que hay un componente altamente social en el mensaje de Jesús. Y aquí está. El cristiano no es un ser dentro de sí. mira hacia dentro pero actúa afuera. Jesús no es el gran místico de la meditación, de la vida interna, no enseña a escapar de la sociedad, que ellos, los malos, mueran en sus pecados mientras nosotros huímos de esta Sodoma en que se ha convertido la sociedad actual. todo lo contrario.

El Maestro anima a aquellos que piensan en sus semejantes. El prójimo debe tener un lugar central en la mente del cristiano. Y la manera en que uno empieza a preocuparse realmente por el prójimo es por medio de la compasión. La compasión que es un acto; un sentimiento que termina convirtiéndose en una acción concreta. Es mucho más que sentir lástima, es mucho más que pensar cosas positivas. Se trata de que el creyente pase del dogma a la praxis. Porque si uno se queda en la teoría del amor al prójimo, esto no pasa de ser una gran idea. Jesús enseña que hay que trascender el conocimiento meramente intelectual para pasar entonces a aliviar a las necesidades del otro.

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Los que tienen hambre y sed de justicia

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia; porque ellos serán saciados.

He aquí uno de los pasajes favoritos de los movimientos justicieros de toda la historia cristiana; una bienaventuranza tantas veces malentendida, tantas veces interpretada para satisfacer intereses y prejuicios personales que puede llegar a parecer una vacía promesa social.

Jesús está llamando a los sedientos y hambrientos de justicia pero, otra vez, la promesa no es para este mundo. No serán saciados aquí por la sangre de los malos de la historia, por mandar al paredón a los injustos. No es con fusil y granadas con los que se hace justicia. La justicia de Jesús tiene que ver más con la justificación. Aquí es donde los justicieros arquean las cejas y ven con sospecha esta interpretación. Pero pensemos un poco más: si asumimos que Jesús vino a justificar al ser humano, es decir, a absolverlo de culpa delante de Dios, si además suponemos que lo de Jesús tiene que ver con lo espiritual, ¿no tiene más sentido ver esta bienaventuranza como un llamado a buscar a Dios? ¿No serán los sedientos y hambrientos saciados por el Padre eterno? ¿No estaría Jesús avisando que la justicia de la que habla no tiene que ver con meter a la cárcel al ofensor, con pagar ojo por ojo y diente por diente sino con buscar el Reino de Dios? Así que Jesús está llamando dichosos a los que tienen ahora mismo esa hambre espiritual, esa sed que, lo dirá en Juan, sólo puede ser saciada por el Maestro.

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Bienaventurados los mansos

Bienaventurados los mansos; porque ellos heredarán la tierra

Seamos sinceros, incluso si somos cristianos, ¿en verdad valoramos a los mansos, a los humildes? Sea que leas en tu oficina, en tu escuela, en tu oficina, contesta francamente: ¿son humildes tus héroes? Vivimos, nos dicen, en un ethos cristiano de tal suerte que la humildad es exaltada. Aunque sea sólo en Semana Santa o en Navidad, de dientes para afuera los humildes son exaltados. En la realidad, lo que nuestra sociedad (la misma con esa supuesta moral cristiana) pone en un altar es el egoísmo y la vanidad. No son los «mansos» quienes viven prósperamente en este planeta. Abre cualquier revista de negocios o de política y ahí aparecerán términos como «campaña agresiva», «líder ambicioso», «yo tengo la solución» y otros más. Claro, políticamente es correcto decir que fulano o perengano es «sencillo». La famosa cereza en el pastel.

Pero Jesús les promete la tierra. A los mansos, a los que decididamente dejan atrás su ego y deciden poner en primer lugar a Dios. A ellos que se ocupan en mirar al cielo mientras caminan en la tierra les promete una tierra. La tierra prometida será para los mansos. No es esta una receta para alcanzar el éxito. No dice Jesús «si quieres heredar algo más grande que lo que tienes, sé humilde». Esto no es una promesa condicional. Es una afirmación presente. Los que ya son mansos son dichosos.

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Bienaventurados los que lloran

Bienaventurados los que lloran; porque ellos serán consolados.

El sufrimiento. He aquí el gran misterio del cristianismo, la incógnita que jamás se contesta en todas las Escrituras. Esto lo debemos reconocer todos los que creemos en el Dios judío. La pregunta «¿por qué sufrimos?» no tiene una respuesta explícita. Nos debemos conformar diciendo que Dios nos puede entender, que no hay manera más íntima de acercamiento a su creación que por medio del sufrimiento. Jesús sufrió y con el Él, también el Padre.

Jesús habla a los enfermos, a los que sufren, a los que lloran. Nos recuerda aquel Salmo: «los que siembran con lágrimas, cosecharán con gritos de alegría, aunque lloren mientras llevan al saco de semilla, volverán cantando de alegría, con manojos de trigo entre los brazos». La cosecha que, ciertamente, no será en este mundo; que vendrá por gracia de Dios; los manojos de trigo que serán para saciar esa hambre que no viene por no comer sino por querer conocer algo que está más allá de este mundo. Hambre espiritual, hambre de nuestro Padre.

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Pobres de espíritu

Bienaventurados los pobres en espíritu; porque de ellos es el reino de los cielos

El gran discurso de Jesús inicia con un mensaje de alegría y esperanza dirigido a los que esta sociedad generalmente subestima. Y de entre todos ellos, los primeros que deberían sentir ánimo son los pobres de espíritu. A ellos, el Maestro los promete el reino de los cielos. Aquí, en estos pocas palabras están los temas recurrentes en el evangelio de Cristo: los necesitados y el reino espiritual.

Pero, ¿a qué pobres se refiere Jesús? No a quienes no tienen posesiones materiales sino a aquellos que lo son de «espíritu». He aquí una señal que no debemos olvidar. Sólo sin ese espíritu egoísta el ser humano podría recibir al verdadero Espíritu, el que viene de Dios. Ahí está el fundamento del evangelio y, al final, de la salvación. Si uno quiere tener una relación con Dios, si quiere recibir esa herencia que se llama «reino de los cielos», deberá hacer morir su ego.

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Mateo 5:1

Y viendo las multitudes, subió al monte; y sentándose, sus discípulos vinieron a Él. 

Los discípulos de Jesús: este fue el auditorio, el grupo al que enseñó y predicó el Maestro este sermón. Según los versículos anteriores, aquí Jesús ya tenía un grupo de seguidores a los que antes había prometido convertirlos en pescadores de hombres (Mateo 4:18). Pero además de estos cuatro hermanos (Pedro y Andrés, Santiago y Juan), había gente atraída por la fama de aquel sanador de Galilea que además de exorcizar, proclamaba «arrepiéntanse porque el Reino de los cielos ha llegado». El galileo decía que esta era una buena noticia. El Rabí hacía y decía, enseñaba y actuaba. Pero, ¿de qué tenían que arrepentirse?, ¿qué era ese Reino de los cielos?, ¿quiénes eran sus súbditos?, ¿quién era el Rey? Acaso pocos de los que estaban en ese monte querían saber las respuestas. Quizá sólo deseaban ver el espectáculo: «¿verdades doctrinales?, ¡eso es para los teólogos! Dame de comer, quítame esta enfermedad, consuélame, resucita a alguien…».

«Los discípulos se acercaron». Sus seguidores , aquellos a los que algunos años después les llamarían cristianos, la comunidad de los cercanos de Jesús; ellos fueron los que escucharon este mensaje. Jesús evangelizó en primer lugar a sus seguidores. ¿Por qué se nos olvida ese mensaje a sus seguidores del siglo XXI?

Comentarios diarios

En los siguientes días iré subiendo algunos comentarios a pasajes de la Biblia. El plan es hacerlo diario. No será más que un ejercicio de reflexión, de pensamiento, de crítica.

Espero que me acompañen en este viaje y espero en Dios que el viaje no termine antes dure lo que Él quiera que dure.

Aquí nos vemos.

Ignorancia y confusión sobre la Biblia

Si este libro que es parte fundamental de las creencias de millones de seres humanos es malentendido, no nos sorprendamos que la práctica de estos creyentes sea errónea muchas veces.  ¡Cuánta falta hace que la Biblia se conozca! Este debería ser un asunto cultural más que religioso. Al menos.

Revela estudio ignorancia y confusión sobre la Biblia en el mundo

Notimex
El Universal
Ciudad del Vaticano
Lunes 28 de abril de 2008

Tan sólo un promedio de 15 por ciento d los entrevistados pudo responder correctamente a preguntas básicas del texto religioso.

Un estudio realizado en nueve países y cuyo resultado fue presentado hoy en El Vaticano, reveló que existe ignorancia y confusión entre la mayoría de los ciudadanos sobre la Biblia y su contenido.

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