La legitimidad de Jesús II

Juan 5:30-46

Si creemos en Dios, creeremos en Jesús. «Si creen que las Escrituras son verdaderas, verán que yo estoy ahí. Pero si aun así no me ven, yo no los acuso, lo hará Moisés, quien, por cierto, profetizó de mi». La situación en la que Jesús deja a los líderes religiosos es complicada. De paso, anotemos la gran influencia que Juan tenía en la sociedad de Jerusalén. Ya ahora no es Él quien da testimonio de Jesús, más bien, es este, el Maestro, quien les recuerda qué había dicho el predicador del Jordán.

La pregunta que nos tocaría hacer es si podemos leer las Escrituras (entiéndanse, la Tanak judía) sin concluir que Jesús es el Mesías prometido ahí. Claro que hay versículos, capítulos completos que hablan del futuro enviado de Jehová, pero en honor a la verdad, debemos decir que Jesús, el carpintero de Galilea, el Hijo de José y María, no está en ninguno de los escritos judíos. Pero Jesús, verdadero hombre, no está diciendo que él, con todos sus genes, esté en la Escritura. Lo que está diciendo es que Jesús, verdadero Dios, está anunciado por Moisés mismo. El conflicto para los judíos era que no había señales de que en Él confluyeran las dos naturalezas, o acaso la más importante, la mesiánica. ¿Tenían culpa en eso? No. En todo caso, sería Moisés quien los acusaría.

Entendamos, pues, la posición en la que se encontraban todos aquellos educados en la tradición mosaica. Que un joven Maestro, seguido por un grupo heterogéneo de individuos, se proclamara a sí mismo como el Ungido, seguro que les debía causar escándalo. Y más si desobedecía la letra de la Ley de Moisés. Por más que hiciera obras buenas, ellos estaban siendo confrontados por un renovador del rito tradicional. Sus cómodas estructuras de creencias y prácticas estaba siendo retada y, por supuesto, no iban a quedarse sin hacer algo. Jesús los critica con fuerza: no tienen amor, no quieren tener la vida eterna, no quieren la gloria de Dios, ven señales y no las entienden. Y con todo, no sería Él quien juzgara. El conflicto judeo cristiano tiene su origen en el mismo Maestro.

La legitimidad de Jesús

Juan 5:18-29

Jesús se está apropiando de la autoridad mesiánica. Los líderes religiosos se escandalizan porque ese galileo está blasfemando: Jehová, el del nombre impronunciable, el Altísimo, ¿era el Papá de Jesús? Pues Él contesta afirmativamente. Entonces el Rabí pronuncia un discurso donde enfatiza el origen de su autoridad. La legitimidad del Maestro es divina. También establece la relación entre el Padre y el Hijo: el lazo que los une es de amor. Su misión: salvar. Lo que viene por seguirlo: la vida eterna. Los muertos resucitarán al escuchar la voz del Logos.

¿A qué muertos se refiere el Maestro? Una interpretación alegórica diría que se refiere a los muertos espirituales. Aquí entran los clásicos ejemplos de domingo. Los alcohólicos, infieles, mentirosos, vanidosos, ególatras que al escuchar el mensaje del Mesías resucitan a una vida no sólo éticamente superior sino también espiritualmente diferente y nueva. Jesús no vino a juzgar. Muchas veces escuchamos más regaños y juicios de los seguidores de Jesús que comprensión y solidaridad. Así, como jueces severos, lanzamos epítetos terribles: pecador, malvado, prevaricador… y en lugar de ayudar a salvar nos dedicamos a etiquetar. La vida que promete Jesús supera esos adjetivos.

Pero también existe la interpretación escatológica. Jesús es muy claro en lo que sucederá en los últimos días. Nosotros, occidentales, racionalistas, calculadores, nos incomodamos al escuchar esto: ante la voz del Hijo, los muertos que hayan vivido como Jesús enseñó, saldrán a la vida eterna. Los que actuaron mal, resucitarán para condenación. ¿Figuras de diablos con patas de cabra? ¿Buenos con vestiduras blancas y aureolas en su cabeza? ¿Tormentos indecibles para los malos y cantos angelicales para los buenos? No. La predicación de Jesús va más allá de las caricaturas piadosas que escuchamos por todas partes. El Maestro está diciendo que Él juzgará (en el futuro) pero no viene a predicar condenación sino salvación. Sí: la escena parece de ciencia ficción, pero ocurrirá. Un día los muertos que creyeron y vivieron como Jesús saldrán de sus tumbas para vida eterna. Lo creamos o no. Lo imaginemos como sea.

Jesús y el sábado I

Juan 5:1-18

Aquí viene la tercera señal. La superstición decía que si te metías en ese estanque sanarías. El enfermo no podía hacerlo. Pero llega Jesús y le hace la pregunta de su vida: ¿quieres ser sano? Llama la atención la respuesta del enfermo. En lugar de ser categórico, le da vueltas, explicaciones no pedidas. El Maestro parece pasar por alto todo eso. «No te estoy preguntando por qué sigues enfermo sino si quieres dejarlo de serlo, porque yo sí». La respuesta del enfermo en la puerta de las Ovejas se parece a la que muchos dan cuando escuchan el evangelio. Como si al momento de quemarse uno se pusiera a meditar sobre el fuego. ¡Cuánta palabrería cuando Jesús sólo quiere escuchar un monosílabo!

Pero el escritor ahora se fija en una de las actitudes típicas de los legalistas de siempre. En lugar de maravillarse por la salud recobrada de un enfermo, los «judíos» se fijan en una Ley que, así presentada, parece lo más inhumano que se haya escuchado. Aquí dos precisiones: cuando el escritor evangélico habla de los judíos se está refiriendo al establishment religioso de Jerusalén. La segunda: la Ley de Moisés en sí misma no está alejada de la esencia humana, es más bien la interpretación que esa cúpula religiosa tiene la que confunde medios con fines. No podemos hacernos de la vista gorda y decir: son ellos. Más bien, uno debería reconocer que también dentro del cristianismo se dan estas discusiones y envidias asesinas. Todavía hoy, en pleno siglo XXI, los seguidores de Jesús siguen peleando por el asunto del «día de descanso». ¿Hay una religión en el mundo donde el descanso sea el pretexto de peleas y de incomodidades? Cuando decimos el sábado decimos, en general, las leyes que grupos imponen y que sutilmente (concedamos este punto) van subiendo de nivel hasta ser más importante que el evangelio. Pastores actuales se escandalizan por asuntos tan triviales como el vestido, los peinados, los colores, el lenguaje. Como si el cristiano tuviera que cumplir la etiqueta religiosa para ser considerado digno del Maestro. Eso es como fijarse en la camilla y no en las piernas sanas de los enfermos espirituales.

Jesús los contradice con un argumento sencillo: si mi Padre trabaja todos los días, yo también. Pero esto cae en tierra estéril. No sólo no lo escuchan sino que procuran matarlo. Otra vez, se fijan en la gramática y no en la sustancia del mensaje. Todavía hoy, luego de una predicación poderosa, llega la hermana que se había congregado en otro grupo y dice: «muy bien, muchos quieren conocer más a Jesús, buena hermenéutica, excelente exposición, pero no alaban como debe ser». Santa simplicidad.

La segunda señal

Juan 4:43-54

«Nadie es profeta en su propia tierra»… Hasta que otros le llaman profeta. Jesús lo comprendió desde el principio. Y así lo transmitió a sus seguidores. Sin embargo, regresó y volvió a realizar una señal. En Caná había reñido con María, su madre y ahora lo recibe un funcionario, de otro pueblo de la Galilea, Cafernaúm, que le pide su ayuda. La respuesta del Maestro fue severísima: ustedes sólo quieren el espectáculo. La relación de Jesús con su pueblo era, por decir lo mínimo, conflictiva.

Pero el Rabí estaba por sobre las diferencias pueblerinas. La luz se encontraba en Galilea pero las sombras del sufrimiento también. Y las críticas para un paisano, para el hijo de José y de María, todavía estaban frescas. La desesperación del oficial y la compasión de Jesús fueron mayores a los chismes y al recelo. Uno súplica, el otro escucha; uno dice que el milagro está hecho y el otro cree. La señal se consuma: el hijo recobra la salud.

Hay veces que los creyentes se olvidan de su principal característica: creer. Y entonces inician pequeñas, absurdas e inútiles guerras. Cuando llegan los necesitados, los hijos de la luz están ocupados en tratar de apagar lumbreras. La oscuridad gana cuando los seguidores de Jesús no perdonan, cuando no salen, cuando se guardan en cajones.

Jesús dice que nadie es profeta en su propia tierra. Pero añade: «¿y qué? Yo vine a sanar». Y nosotros debemos seguirlo.

Jesús y la samaritana III

Juan 4:39-42

Ahora el escritor evangélico nos envía otra vez a Sicar. La mujer (¿quién es?, ¿cómo se llama?) ha contado la plática con Jesús. «Me ha contado todo lo que he hecho». ¿No suena como las primeras veces que uno escuchó el mensaje? ¿Quién le platicó mi vida a este predicador? ¿Cómo se enteró de eso? ¿Por qué me lanza esas «indirectas»? No había aquí algo espectacular. La mujer no estaba tullida, ciega, sorda. Su necesidad era existencial. Ahí estaba un hombre que se adjudicaba el título más grande de la religión judía. Y al parecer, tenía algo que hacía veraz su título. Es decir, no era un charlatán.

Vemos a los vecinos de Sicar yendo a buscar a Jesús. Podemos imaginar el rostro de los apóstoles. Una simple parada para descansar se estaba convirtiendo en un de las primeras demostraciones de que aquello era más que una fiesta, más que acompañar a un predicador simpático. Y lo era porque quizá no se imaginaban que su Maestro estaba rompiendo esquemas. Como fuese, los galileos se quedaron dos días ahí.

¡Qué lástima que el evangelista no da más detalles de lo que pasó en esas 48 horas! Nos perdemos de una predicación tal que al final los que la escucharon dijeron: «ahora creemos por lo que hemos visto y no sólo por lo que otros dicen». Él era el prometido por la Torá. ¿Cómo es nuestra espiritual? ¿Hemos escuchado del Maestro o escuchamos al Maestro? Si usted quiere ser espiritual, no busque atajos: sólo lo conseguirá si se queda al lado de la fuente. Y eso es Jesús: la luz.

Jesús y la samaritana II

Juan  4:27-38

Claro, ¿cómo no se iban a sorprender esos pescadores de ver al Rabí en sabrosa plática con una mujer samaritana? ¡Escándalo! ¡Confusión! ¿Qué quieres decirnos, Jesús? Y la reacción de la mujer: deja su cántaro (¿quién se va a preocupar del barro cuando ha encontrado oro?) y va a anunciar la noticia a su pueblo. Luego de tener cinco esposos, la mujer debía tener influencia entre sus vecinos (o quizá era un pueblo pequeño) pues salen a investigar sobre esa declaración extraña. Mientras un pueblo se agitaba por la predicación del Maestro, los discípulos se empeñaban en dar de comer a Jesús. Las buenas intenciones que chocan con el recto actuar.

¿Son malas personas estos discípulos por ofrecer comida a Jesús? No. El problema era de prioridades. Mientras que ellos se fijaban en una necesidad carnal, Jesús se preparaba para lo que estaba por ocurrir: una predicación tumultuosa. Está aquí la frase famosa: «mi comida es hacer la voluntad de Dios», una declaración que resume la prioridad de Jesús y, por añadidura, de sus discípulos. También está en el mismo pasaje un aviso de precaución a los que se quieran gloriar por un fruto que no sembraron. ¿Ha visto a los cristianos que cuando dicen «gracias a Dios» están diciendo en el fondo «gracias a mi»? Quien así actúa se le olvida que el sembrador es Jesús y nosotros cosechamos lo que no labramos.

Ahí, en Samaria, Jesús acababa de sembrar la semilla del evangelio. En poco tiempo, los discípulos cosecharán aquello que el Maestro labraba mientras iban a comprar comida. Una cosecha espiritual, personas, seres humanos que será uno de los primeros pueblos cristianos en la historia sagrada. Jesús en ayuno, no por alardear de espiritualidad, se preparaba para mostrar el amor de su Padre. Y los discípulos escandalizados… ¿o maravillados?

Jesús y la samaritana I

Juan 4:1-26

He aquí otro diálogo transformador y revelador. Dice mucho cuando habla y cuando calla. Porque la escritura no explica que los protagonistas de esta escena tenían todo los requisitos para no hablarse e incluso para reñir. Uno hombre otra mujer; uno judío otra samaritana; un maestro y una mujer ordinaria. Géneros, credos y ocupaciones diferentes. Para esa sociedad y en ese momento histórico, él estaba en mejor posición frente a ella. Sin embargo, el encuentro ocurre en tierra de ella, con una necesidad física de él.

Pero también podemos hablar del método usado por Jesús para transformar la vida de una mujer y con eso también la forma de ver el mundo del pueblo samaritano de Sicar. El Maestro no gritó, no regañó, no exaltó una religión y menospreció otra. ¿La invitó a una nueva religión? Jesús le enseñó la verdad. Y la verdad es Cristo. Al enseñarse a sí mismo, mostró al Padre. Usó recursos discursivos para que aquello que había escuchado en el cielo fuera absorbido por una mujer simple. Cuando lo que decía parecía no tener sentido, Jesús lo hace más claro. Además, señalemos esto, usó su poder profético para atraer a una persona. El poder extraordinario como imán para capturar la atención de una persona. El recurso usado debía impresionar a su audiencia. Y así fue.

Lo que dice: creer en Jesús, el Cristo, trae como consecuencia la vida eterna. La predicación de Jesús es espiritual. Ella le pregunta «¿dónde adoramos?». Qué importan las construcciones fastuosas, qué importan los lugares santos (¿existe «Tierra Santa» en el mensaje de Jesús?), qué importa el rito, el vestido, lo de afuera. Jesús es la medida exacta para los sedientos existenciales. La mujer había buscado llenar vacíos con parejas sentimentales. Luego de cinco maridos, en el último se evitó el trámite y sólo vivía con él. Si hacía caso a la enseñanza del Maestro de Galilea, esa mujer podría terminar su eterna búsqueda de la felicidad. Pero Cristo no es una píldora para la alegría. Si así fuera, no sería más que un anunciador de la «buena vida». Digamos lo obvio: la vida termina en la muerte. Ahí, en la tumba, todos somos iguales. Pero la esperanza de Jesús es que la muerte trae la santificación para aquellos que deciden seguirlo en este mundo. El mensaje del Rabí dura más, muchísimo más, que un suspiro (eso, un suspiro, es al final la vida en este planeta).

Así que el Mesías prometido a los descendientes de Israel había llegado. Su poder estaba al servicio de los sedientos de espiritualidad. ¿Rompió reglas sociales? Más bien les dio una nueva dimensión. Sí, demos la voz a los fans del feminismo: el Maestro no se inmutó ante las mujeres. No las humilló, no las despreció, les dio un lugar en la espiritualidad que trasciende la preparación del café en reuniones de «santos varones». Este pasaje, central para entender la esencia del mensaje mesiánico, lo recibe una mujer cuyo única peculiaridad fue estar en un pozo cuando un peregrino tenía sed. Jesús es el Maestro de lo sencillo.

La confesión del Bautista

Juan 3:22-36

La última declaración del Bautista en el evangelio de Juan es impresionante por su sencillez y su humildad. Ante un ministerio paralelo, las confusiones llegaron. Y por enésima vez la pregunta: ¿eres el Mesías? No soy el Cristo es la respuesta clara.

Al parecer los seguidores de Juan no se fueron automáticamente con Jesús. De hecho, hay indicios de envidias. Quizá los de Juan acusaron de plagio el bautizo que también practicaba Jesús. ¿Por qué te copia, Maestro? ¿Por qué no ejerces tu derecho de propiedad sobre la inmersión? Y Juan lo deja claro: no sean terrenales, Él debe ir creciendo y yo disminuyendo pero eso es mi felicidad. La comparación es con el matrimonio. Juan era, digámoslo así, el caballero principal, Jesús el novio. Juan estaba alegre y feliz porque había llegado el novio y el tiempo estaba por cumplirse. De ahí a la cárcel, a la injusta decapitación, a la muerte pero, seguramente, también el encuentro con el Padre porque había cumplido su misión.

Con esta declaración, ¿queda duda de que el primer «cristiano» de la historia fue Juan? Su confesión es sencilla: Jesús es el Hijo de Dios, quien cree en Él tiene la vida eterna, quien no lo hace recibirá no tendrá vida sino que «la ira de Dios está sobre él»? Qué lástima que tengamos tan poca información de este personaje. Su influencia en el ministerio de Jesús es comparable a la de Saulo de Tarso (quien no conoció a Jesús en la vida terrenal). Pero si de versículos más pequeños han corrido litros de tinta, ¿no valdría la pena gastar más en el ministerio de Juan? Con estas palabras, en medio del revuelo que ya estaba provocando Jesús, Juan el bautizador concluye una de las misiones más desafiantes para el ego humano: preparar todo para que el Único tenga un camino más recto. Juan murió a sí mismo y en eso llevó su dignidad a alturas insospechadas.

El amor del Padre

Juan 3:16-21

El versículo 16 es uno de los más citados por propios y extraños. Así, extraído del contexto, suena «bonito». Pero cuando recordamos que esto es parte del sermón a Nicodemo, la escritura cobra mayor significado. Aislado, el versículo es usado para animar incluso a aquellos que todavía no creen. Sin embargo, el pasaje completo es de gran trascendencia para entender el ulterior desarrollo del movimiento de Jesús. Aquí está la médula de la soteriología cristiana:

1. Jesús es el Hijo enviado por el Padre amoroso.
2. Su misión es salvar a toda humanidad.
3. El centro de esa salvación es la fe en la persona de Jesús.
4. Aquel que cree «obra la verdad» y quien así lo hace vive en la luz. Lo contrario es propio de la oscuridad. Por lo tanto, Jesús predica la luz, esa luz que ningún tipo de tinieblas puede callar.

¿No son estos versículos la esencia de la doctrina cristiana? Y al mismo tiempo, ¿no está aquí la médula de la praxis cristiana? Y todo esto se lo dijo a un líder judío. Ay, Nicodemo, quién como tú.

Digámoslo ya para que el lector concentrado no se quede ansioso: la iglesia hasta ahora no forma parte de la predicación del Maestro. Suspiremos, pues, y esperemos el desarrollo del evangelio.

Nicodemo y Jesús I

Juan 3:1-15

Seamos honestos, ya como cristianos, ¿no hemos sentido alguna vez la tentación de estar en el lugar de Nicodemo? Sí, sí, aunque vaya de noche (quizá por el temor de ser visto por sus colegas), aunque tenga una actitud un tanto irreverente, un hombre que cuestiona a Jesús. Con todo eso, nos sorprende la actitud franca, el diálogo transparente entre dos Maestros.

Pero, imaginemos a Nicodemo, ese anciano que ha vivido por años en la Ley de Moisés, confrontado por lo que ve y siente. Sus sentimientos iban en contra de su razón. Algo le decía que Jesús era el Rabí esperado. El cuestionado no es el joven maestro sino el anciano líder. Todo el arsenal guardado por años está siendo minado por esas palabras extrañas. ¿Cómo entrar al Reino de Dios? Pues naciendo de nuevo. ¡Cómo! Y Jesús responde: pues tú lo deberías saber. En un sólo movimiento, Jesús desarma toda la sabiduría de Nicodemo.

Hay que nacer de nuevo de agua y de Espíritu. De agua: el bautizo por inmersión, como Juan. Y de Espíritu: aquí está el gran juego de palabras en este pasaje. Espíritu también puede traducirse como viento, soplo. Pero otro contrapunto es también la carne. Espíritu y carne: lo trascendental y lo superficial, lo que queda después de que los gusanos devoren el cuerpo. Pero también el Espíritu como (diríamos hoy) la tercera persona de la Trinidad. Así que la enseñanza de Jesús podría replantearse así: si quieres ser parte del Reino de Dios debes renunciar a tu yo y dejar que ese yo sea renovado por otro, el Espíritu de Dios.

Y hay más. Jesús refiere un pasaje del Antiguo Testamento donde Moisés construye una serpiente, la levanta y así destierra la plaga que mataba a los israelitas en el desierto. Cuando una serpiente mordía a uno, este debía voltear hacia Moisés y así se curaba. Mirar a Jesús en la cruz sana y quien lo crea recibirá la vida eterna. El seguidor preocupado, el discípulo que anda en caminos peligrosos, ¿qué debería hacer? No correr, no gritar, no andar de rodillas: mirar a su Salvador en la cruz.

Y el discurso ante Nicodemo apenas empezaba…

La expulsion de mercaderes

Juan 2:13-25

La pascua se acercaba y, judío al fin, Jesús visitó Jerusalén. ¿Hay una fiesta religiosa en occidente que sea más antigua que esta? Todo el pueblo de Israel, sin excepción, han escuchado por más de seis mil años, aquello que empieza: «Escucha Israel…» Jesús la festejó cada año, sin excusa, durante toda su vida en este planeta.

Allá va, Jesús y su todavía pequeño grupo de seguidores. Habitantes de un pueblo fronterizo, con acento al hablar, felices y a la expectativa de llegar a la Ciudad de la Paz. Jerusalén y su flamante templo, todavía en construcción. La Ciudad Santa, que, construida sobre colinas, se veía desde el camino de los peregrinos. Jesús y sus seguidores se acercan al lugar más importante desde la época de Salomón. Entran y lo que ven no es una reunión de hermanos alabando a Dios. No, ahí está todo un mercado religioso. ¿Le hace falta un cordero para su ofrenda? Yo le vendo uno auténtico. ¿Quiere cambiar monedas? Aquí le ofrecemos este servicio. Y el nazareno siente celo por la casa terrenal (por así decirlo) de su Padre convertida en un mercado vulgar. Y empieza uno de los actos más violentos del Maestro.

¿Por qué el evangelista nos deja saber este pasaje? El Maestro del amor, del respeto al prójimo, del poner la otra mejilla aquí, con un látigo, sacando a golpes a los vendedores y liberando la mercancía. Al menos por un día, les echó a perder su negocio. Se acabaron los discursos, empezaba la acción. ¿O no? Quizá era el guiño a los zelotas. Quizá, como quiere Kazantzakis (La última tentación), era la señal para los patriotas judíos. ¿Qué era todo aquello de tirar el templo? Juan dice que se refería a su propio cuerpo. Ahí está una señal para entender este pasaje.

Jesús enseña su pasión por el Padre. Una pasión que lo lleva a arriesgar su vida. Así debiera ser la vida de un discípulo. Es la lección para no hacerse de la vista gorda ante los excesos de la religión. Al ser el Hijo de Dios, lo que vio Jesús era una afrenta a Él mismo. ¿Hasta las armas? No. Jesús no asesinó a ningún mercader. ¿Hasta los excesos? No. El nazareno no cometió aquí ningún abuso, en todo caso, por qué elegir un látigo y no otra arma. Jesús actúa con energía, pero no con excesos de poder o fuerza. El escritor cuida muy bien de no mencionar golpes a otros ser humano. Aquí está Jesús representando en su ser la ira de Jehová. ¿Qué revolución habría sido esa que «restauraba» el culto en el templo? Tampoco es, pues, la invitación para la liberación de las cadenas de la esclavitud. No hay un llamado político sino moral e incluso ético para hacer lo que la ley de Moisés consideraba correcto: honrar a Dios. Algo había en ese hombre que no fue tocado ni por los guardias ni por los mercaderes. Era, insisto, la ira de Dios en el mismísimo carpintero de pueblo.

El pasaje termina con una declaración intrigante: Jesús no necesita testimonio de hombre. Por Él mismo se puede valer. Si todos le dieran la espalda, lo calumniaran, lo vilipendiaran, Jesús podría mostrar su majestad. El Mesías había llegado a la ciudad Santa. Pero un visionario, al parecer, nunca es bienvenido por sus contemporáneos. Ahí, en medio de sonidos de animales, el Maestro firmaba su condena de muerte.

La primera señal

Juan 2:1-12

En su origen, la palabra milagro tiene que ver con señal, signo. Es decir, para Juan, esas obras extraordinarias que el Maestro realizaba tenían que ver con un rasgo distintivo de Jesús: su carácter divino pero profundamente anclado a este mundo. Las señales que veremos en este evangelio son, pues, las muestras de que estamos frente al «verdadero hombre y verdadero Dios». El milagro tiene la función de demostrar que ese hombre no sólo es un buen profeta o quizá sólo un curandero o mago. Juan nos está diciendo que Jesús tiene poder porque viene de Dios.

Ahora, fijémonos en la resistencia de este primer signo. Jesús no quería hacer un espectáculo de su obra. Ahí estaba, en una fiesta, una boda (otro símbolo típicamente joánico) donde el menú quedaba incompleto sin el vino. ¡Qué terrenal! No hay aquí un cojo, paralítico, ciego. Es una fiesta. Y María (la madre de Jesús) no quiere que el ambiente se venga abajo. Acude a Jesús a pedirle un favor: convierte el agua en vino. Permítaseme la siguiente licencia: qué poco solemne, qué anticlimático de lo espiritual esta petición. El Maestro no usa un tono grave en esta primera señal. Repitámoslo: es una fiesta, Jesús está conviviendo con amigos y familiares. Ahí, en el gozo de una boda, hace el milagro.

¿Tiene este pasaje un sentido metafórico? Habrá quien quiera decir que esta señal tiene más de un significado. Jesús convierte un material común (insaboro, incoloro, inoloro) en uno de la mejor calidad. Quizá haya una resonancia con el evangelio de Mateo en aquello de que los cristianos son la luz del mundo. El Maestro puede cambiar el carácter de cualquiera con sólo pedirlo. De ser aguados a ser vinos de la mejor calidad. Sí, seguir a Jesús es una decisión y una petición. Una petición porque al seguirlo le estamos pidiendo (implícitamente) que nos cambie. Y Jesús transforma. Además, como sus discípulos, con esas transformaciones, veremos la gloria del Padre. Por eso podemos decir, lejos de falsas modestias, que lo que hoy somos no es producto de nosotros sino de Dios.

¿Eres una nueva persona? Sólo por gracia y poder de Dios, el Padre que mostró Jesús en una fiesta en Canán. Fiesta y espiritualidad no están peleadas.

Una lección de los primeros seguidores

Juan 1:35-42

Juan lo anuncia a sus discípulos: Jesús es aquel que el pueblo de Israel ha esperado. La escena es dramática: escuchan a su delgado y bronceado maestro, lo ven señalando al hijo del carpintero José; quizá intuyen que en esa declaración está implícita la transferencia de una autoridad que hasta entonces recaía en el influyente anacoreta pero que a partir de ese momento sería toda de Jesús.

Y entonces, los discípulos lo siguen. Jesús se voltea y les hace una pregunta cuyo eco resuena hasta hoy en los oídos de aquellos que quieren seguirlo: ¿qué buscan? La respuesta: tu casa. «Vengan y vean», concluye el hasta entonces insignificante personaje. Pero debemos preguntarnos nosotros, ciudadanos del mundo del siglo XXI: ¿qué buscamos en la religión? ¿Una respuesta? ¿Llenar vacíos? ¿La trascendencia? ¿La cura a enfermedades? ¿Fortuna? Nada de eso. La respuesta debiera ser la de los discípulos: a Él, al Cristo, al Mesías. Sí: sólo a Jesús. Esto parece una película donde ya conocemos el final: seguirlo tiene como consecuencia la vida eterna. Sí, pero en el principio (esos principios a los que de vez en vez queremos volver) los discípulos sólo atinaron a responder: «a ti, tu morada». Esa es la búsqueda del cristiano. ¿Cómo se nos puede olvidar que ese mote, «cristiano», viene del título que recibió Jesús y que de inmediato nos remite a la creencia básica de nuestra fe? Sí: esa fe tiene nombre y apellido, Jesús de Nazareth. Pobre del creyente que termina confundiendo medios con fines, de aquel que entra a una iglesia porque busca la fortuna que el mundo secular no le ha dado o la pareja que no consigue en años de búsqueda o la popularidad que sus conocidos le niegan o la cura a su enfermedad. Qué miseria de aquellos predicadores que ofrecen ese gancho de la prosperidad para ganar adeptos a su organización. Se les olvida a estos mercaderes de la religión que el camino de Jesús conduce al Getsemaní.

Los discípulos no sabían todo eso. Vieron a uno de sus paisanos que era recomendado por el mismísimo bautista y sólo atinaron a decir: queremos conocerte. Ese encuentro con Jesús no quedó en al vacío. Algo les dijo, algo vieron que salieron como niños con regalo nuevo. Luego de pasar el resto del día con Jesús (y hay cristianos que se quejan por dos horas de un servicio dominical), aquellos dos van a compartir la buena noticia: hemos encontrado lo que buscábamos (es decir, a Jesús). Pedro, el inestable Pedro, era entonces Simón. Jesús lo vio como roca. Natanael, el escéptico y crítico, quizá el realista (¿algo bueno puede salir de Nazareth?) es enfrentado por Jesús y lo gana con palabras amables. El primer grupo de discípulos, algunos antiguos de Juan, otros quizá decepcionados por no ver tan clara la realidad de un predicación que prometía la pronta venida del Salvador.

Y ahí están. Los que al inicio seguían al Bautista, ahora embarcados en la aventura de Jesús. Transformados, fieles a pesar de todo. Ellos dijeron: queremos saber quién eres. Y el Maestro les promete: «verán el cielo abierto, y los ángeles de Dios subiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre». ¿Qué significaban estas palabras para los pescadores? No lo sabían pero desde entonces pasaron de lo ordinario a lo extraordinario. Obedecieron a su maestro y hoy seguimos hablando de ellos.

El testimonio de Juan

Juan 1:15-36

Aquí tenemos a Juan, el gran desconocido, el gran olvidado, ese que queda relegado a segundo plano cuando irrumpe el Verbo encarnado. Juan, primo de Jesús, fue uno de los primeros en dar testimonio del Ungido venido para salvar al mundo. No sabemos si Juan imaginaba la trascendencia de su mensaje. Tampoco sabemos si todos sus seguidores se resignaron a dejar actuar al hijo del carpintero mientras su maestro moría en una mazmorra del rey pecador Herodes. Pero aquí tenemos un ejemplo extraordinario de uno de los primeros cristianos: Él es primero que yo, por lo tanto, es más importante que yo.

¿No presenciamos el ejemplo de lo que debería ser el discípulo frente a su maestro? Juan lanza frases que deberán calar en todos los que, diciéndose seguidores de Cristo, reemplazan a Jesús por sus gustos y pasiones. No renuncian al yo. No están dispuestos a decir con Juan: «Él es el que viniendo después de mí, es antes de mí; del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado». Son aquellos que a la pregunta ¿eres tú? no resisten la tentación y responden sí. Dejan de lado el ejemplo de Juan que confesó: «Jesús es el Cordero de Dios, Jesús es el Mesías, aquel que sí ha visto al Padre; yo, Juan, no he visto a Dios pero Él sí y lo viene a enseñar». ¿Quién seguirá el ejemplo de Juan que dice «no soy el Profeta»? ¿Podríamos imaginar por un momento lo que el último profeta pre cristiano sintió al ver llegar al Ungido?

Juan, el precursor, fue el primer profeta cristiano. Poco sabemos de él, pero su ejemplo e influencia en el pueblo de Israel era considerable. Renunció al bien menor (la fama en este mundo) por el bien mayor (la vida eterna). Dejó a un lado su yo, mostró su humildad y finalmente clamó: el Cordero de Dios está entre nosotros y viene a hablarnos del Padre que él conoce porque en el principio era el Logos y el Logos estaba con él y él era Dios.

La luz del evangelio

Juan 1:1-14

¿Hay un inicio más espectacular que este? ¿No es un poema que desde el inicio pone las cosas en su lugar? Aquí está la médula del credo cristiano: el Logos increado, el Logos encarnado, el Logos que es, al mismo tiempo, Dios y hombre. Aquí está el origen del argumento cristiano que alcanza nuestra época. Es un resumen del evangelio y, claro, la postura típicamente joánica.

El Logos se hizo hombre y, en la persona de Jesús de Nazareth, trajo la buena noticia, el evangelio que dice: todos los que creen en él serán llamados hijos del Dios de una luz que nada ni nadie puede apagar. Es una declaración de la majestad del Mesías. Esa majestad que no fue reconocida por los suyos aunque, digámoslo desde ahora, ellos fueron su auditorio objetivo, a los que fue desde el inicio y hasta el fin de su ministerio en este planeta. Sí, jamás será suficiente recordar que Jesús nació, vivió y murió en una cultura judía que se encontraba bajo el yugo romano.

El evangelio cristiano tiene la peculiaridad de reclamar un momento en la historia de la humanidad. Jesús, el verdadero hombre, no apareció en algún momento impreciso en el universo. Todo lo contrario: nació entre el pueblo judío cuando Tiberio gobernaba Roma. Juan, su primo, anunció la llegada del Mesías en ese momento. Y las tinieblas no apagaron esa luz que al principio era imperceptible: un niño llamado a ser el Salvador, un joven que se llamaba a sí mismo Hijo de Dios. Para su sociedad, un loco; para la historia de la humanidad un iniciador. Para quienes lo siguen, el Ungido.

¿Qué tinieblas modernas podrían apagar la luz del evangelio cristiano? La respuesta de Juan es categórica: ninguna. Él ha vivido, sabe lo que se siente ser humano. Él vino a anunciar que un Padre celestial estaba más cerca de lo que el establishment religioso proclamaba. Así que las tinieblas de hoy, las colectivas y las individuales, no son tan espesas que la luz de Cristo pueda iluminar.

Y aquí una nota personalísima: le guardo especial reverencia a este evangelio y a este inicio. Fue mi primer contacto con el cristianismo de la Biblia. Fue, como dije al principio, espectacular. Todavía hoy, luego de tantos años, sigo emocionándome al leer estas líneas. Cristo se hizo carne y vivió entre nosotros.

Una lección de Herodes Antipas (2 de 2)

3. La reacción: calla al profeta

Si uno está escuchando un programa en la radio y no le gusta, normalmente apaga el aparato. Nadie siente remordimientos al hacer esto. Es superficial. Herodes, el todopoderoso rey, creyó que la forma de terminar con su pecado era… ¡que no se lo dijeran! Es como si el hombre más feo del mundo quisiera resolver su problema destruyendo todos los espejos del mundo.

No está claro que Herodes quisiera matar a Juan. En Mateo 14:5 leemos que Herodes quería hacerlo. Sin embargo, en Marcos 6:19ss vemos que Herodías era quien odiaba al Bautista y que el Rey protegía a Juan. Como fuera, el hecho es que Herodes sabía que Juan predicaba la verdad y lo mandó a encarcelar. Pretendió quitar el carácter público y popular del Precursor. Con Juan en la cárcel, el pecado real sería constantemente expuesto.

Los evangelios coinciden en un punto: Herodes ebrio promete a la hija de Herodías el reino mismo si ella se lo pedía. Era una promesa típica de borracho arrogante. Arrogante y libidinoso. Porque la Escritura dice que a él le gustaba la hija de su esposa, que la deseaba. En una fiesta ya de por sí pecaminosa, Herodes manda a cortar la cabeza de Juan. Con todo y sus remordimientos, el Rey firma su condena: morirá en pecado.

4. Una segunda oportunidad: el encuentro con Jesús

Herodes pensó que, al fin, se había quedado libre para continuar con sus prácticas. Sin embargo, luego de Juan vino Jesús. Y nuevamente Herodes se siente observado. La Escritura no dice que Jesús hablara directamente sobre el rey, pero éste incluso llega a creer que Juan ha resucitado. La predicación de Jesús alcanzó al poderoso tetrarca.

Herodes envió a sus emisarios a preguntar sobre el pago de impuestos para poner una prueba a Jesús quien responde: «dar al Emperador lo que es del Emperador y a Dios lo que es de Dios». El mensaje para Herodes era, otra vez, claro: debía dejar su pecado para honrar al Dios de sus antepasados.

Sin embargo, Herodes continuó con sus intenciones de matar a Jesús. Como con Juan, el tetrarca pensó en eliminar a aquel que lo estaba confrontando. Incluso previenen al Maestro de que el rey lo quiere matar. En Lucas 13:32 leemos: «Vayan y díganle a ese zorro: Mira (…) tengo que seguir mi camino hoy, mañana y el día siguiente». En otras palabras, Jesús decía que él debía obediencia a su Padre y no a un personaje adúltero y con poca legitimidad como Herodes.

Habría una última oportunidad para este personaje. Cuando arrestaron a Jesús y lo llevaron ante Pilato, éste decide enviarlo a Herodes. Lucas 23:8ss dice que Herodes se puso muy contento porque quería conocer a Jesús para verlo hacer milagros. Quizá tenía todavía en mente la imagen de la cabeza del Bautista en la charola. Herodes preguntó muchas cosas a Jesús, pero él no contestó ninguna. El Rey quería el espectáculo, no el mensaje de arrepentimiento que anunciaba Jesús. Luego de burlarse, envía de regreso a Pilato. Había perdido su última oportunidad.

Conclusión

Herodes murió deportado en lo que hoy es Francia, acusado de traición al imperio y sin la corona de «rey de Judea». Era claro que necesitaba un cambio de mente y corazón, pero no lo quiso hacer. Tuvo la oportunidad de experimentar la metanoia que predicaban tanto Juan como su primo. En lugar de ello, Herodes mandó asesinar a uno y no defendió al otro. Como dice Lucas 3:20, «Herodes, a todas sus malas acciones añadió otra: metió a Juan a la cárcel». En lugar de avivamiento hubo muerte. Pocos personajes en el Nuevo Testamento tuvieron la oportunidad de cambiar y a pocos les predicaron los dos grandes profetas, Juan y Jesús, y nadie tuvo de cerca tanto al precursor como al Mesías.

La metanoia es, al final, la decisión de continuar en el camino que lleva a la muerte o al que lleva a la vida. Herodes heredó lo peor de Roma y nada del judaísmo piadoso. Al final de su vida sus protectores lo enviaron lejos donde murió con su pecado a cuestas.

Una lección de Herodes Antipas (1 de 2)

En la Biblia tenemos ejemplos a seguir y ejemplos de lo que no se debe hacer. Casi siempre los más nombrados en sermones son los buenos ejemplos, los personajes que realizaron una proeza en el nombre de Dios , que tuvieron fe, que cambiaron para agradar a Dios. Sin embargo, también podemos aprender de aquellos hombres y mujeres que no son precisamente los mejores en la moral o en sus acciones. Se aprende también de los malos.

El personaje que vamos a estudiar para ilustrar lo contrario a la metanoia es el de Herodes Antipas, gobernador de Galilea y Perea desde el tiempo en que Juan anunciaba su mensaje y hasta después de la crucifixión de Jesús. De pocos personajes en el Nuevo Testamento se puede decir que fueron influidos por dos profetas y que, incluso así, no cambiaron. Pues bien, Herodes escuchó la predicación de Juan y de Jesús, y no cambió. Murió lejos de su pueblo, acusado de traición a Roma.

1. Su necesidad: arrogancia y adulterio

Herodes era heredero de los Macabeos, esos héroes judíos que se habían enfrentado a los griegos unos 200 años antes de Cristo pero que ya en la época de la predicación del Bautista se hallaban en plena colaboración (o dependencia) con el imperio romano. Herodes no sólo tenía el idioma y la cultura romana, también tenía su relativismo moral y una absoluto egoísmo que le hacía construir grandes obras arquitectónicas, incluido el templo, y que, al parecer, le hacía olvidar su desapego a la Ley de Moisés.

Herodes pecaba por haberse proclamado rey de los judíos sin ser descendiente de David. Él estaba en el trono sólo porque así lo habían aceptado los romanos. No tenía la legitimidad de las Escrituras. Pero lo realmente patético era la relación amorosa con su cuñada. Herodes traicionaba a su hermano y a su esposa. Herodías era la lepra en la piel de Herodes y en los tiempos de Juan era la noticia más escandalosa de la región.

2. La voz del profeta: Juan

Dice Lucas 3:18 que Juan el Bautista «reprendió a Herodes» por la relación incestuosa que estaba cometiendo (porque Herodías, además, era su sobrina). En Mateo 14:4 se resume la reprensión de Juan: «no debes tenerla como tu mujer». Así de claro.

¿Era esta reprensión una idea del profeta? ¿Era algo que a él no le gustaba, propio de sus fobias y filias? Claro que no. Levítico 18:6 dice: «Ningún hombre debe acercarse a una mujer de su propia familia para tener relaciones sexuales con ella». Y los versículos 16 y 17: «No deshonres a tu hermano teniendo relaciones sexuales con su mujer. No tengas relaciones sexuales con una mujer y con la hija de esa mujer (…). Esa es una conducta depravada, pues son de la misma sangre». Juan no venía a innovar, a implantar nuevas reglas morales o sociales. Lo que Juan decía a Herodes no provenía de su mente sino de lo que Dios mandaba a su pueblo.
Para los romanos, Herodes era el Rey de los judíos. Para Dios y su pueblo, no era más que un depravado, adúltero y arrogante. Juan el Bautista se lo dijo con todas sus palabras.

Bendiciones para el 2009

El mundo se prepara para recibir una de las crisis más anunciadas de los últimos años. Por aquí y por allá escuchamos noticias de caídas, de temblores, de explosiones. Los nubarrones se ven amenazantes. Pero a Jesús le prometimos ser fieles en la prosperidad y en la adversidad.

Este año, casi seguro, miles querrán conocer al Dios que parece lejano en la tormenta pero que en realidad está más cerca de lo que pensamos. Almas sedientas y hambrientas de llenar un vacío que engañosamente cubrieron en la abundancia. ¿Qué les diremos? ¿Les hablaremos bonito o les proclamaremos el evangelio cristiano?

Les diremos que el Maestro no ofrece un calmente, una píldora que se toma en caso de necesidad. Les diremos que ese Maestro pide todo de nosotros y que promete vida eterna. Les recordaremos que en la tumba todos somos iguales y que a los cristianos no nos intimida la idea de morir no por ser suicidas o deprimidos sino porque la muerte es la santificación, el encuentro con el Padre. Todo eso y más habremos de predicar este año. Y quizá lo hagamos mientras recitamos el Padre Nuestro o aquel Salmo que tiene de número 23 y que empieza así:

Jehová es mi pastor

nada me faltará...

Bendiciones, queridos lectores, y nos vemos mañana en la batalla.

La mentalidad evangélica

Estoy leyendo un libro que empieza así (traducción mía):

El escándalo de la mentalidad evangélica es que no hay algo como una mentalidad evangélica. Podemos encontrar un extraordinario cúmulo de virtudes entre la extendida masa de protestantes evangélicos en Norteamérica. […] Sin embargo, los evangélicos americanos no son ejemplares en su pensamiento y no lo han sido por varias generaciones.

[…] «Por una parte, hay un enorme crecimiento de la Iglesia, por el otro, es casi completa su falta de influencia [en la sociedad]».

Mark A. Noll; The Scandal of the Evangelical Mind

Ya veremos cómo sigue.

El Vaticano y la Biblia

La verdad es que la jerarquía católica está ocupada estos días por la lectura de las Escrituras. Ojalá que este afán permeé en el resto de los feligreses. Noten en este cable de Notimex los eufemismos con los que trata a «los hermanos separados». En fin, pecata minuta.

Falta traducir la Biblia a cuatro mil 500 lenguas: Vaticano
Con motivo del Sínodo de los Obispos, la máxima cumbre episcopal que se realiza estos días en Roma dedicada a analizar el tema ‘La palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia’, se presentó un estudio sobre las sagradas escrituras en el mundo.Mar, 14/10/2008 – 07:55
Ciudad del Vaticano.- Una investigación del Vaticano reveló hoy que la Biblia, el libro más traducido del mundo con versiones en dos mil 454 idiomas distintos, falta por ser editada en otras cuatro mil 500 lenguas.

En rueda de prensa este martes, el obispo de Terni (Italia) y presidente de la Federación Bíblica Católica, Vincenzo Paglia, informó que ese texto integral existe en 438 idiomas, el Nuevo Testamento en mil 168 y sólo algunas de sus partes en 848.

‘Si se calcula que las sociedades bíblicas distribuyeron en 2006 cerca de 26 millones de Biblias quiere decir que se llegó a sólo el 1 o 2 por ciento de los dos mil millones de cristianos del mundo (incluidos los no católicos)’, ponderó.

Con motivo del Sínodo de los Obispos, la máxima cumbre episcopal que se realiza estos días en Roma dedicada a analizar el tema ‘La palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia’, se presentó un estudio sobre las sagradas escrituras en el mundo.

La investigación, realizada entre noviembre de 2007 y julio de 2008, tomó en consideración muestras de Estados Unidos, Alemania, Holanda, Polonia, Rusia, España, Italia, Reino Unido, Francia, Argentina, Filipinas y Hong Kong.

‘En los últimos 40 años se canceló la distancia que había entre católicos y protestantes en su relación con la Biblia y sorprende la atención a las escrituras que se encuentra en la Rusia europea’, dijo Paglia.

Calificó como ‘absolutamente extraordinaria’ la ‘fuerte atención’ hacia los textos sagrados que se observa en Estados Unidos, tanto en el mundo protestante como en el católico.

El prelado también indicó que la antigua desconfianza entre la Iglesia Romana y las otras iglesias cristianas que no dependen del Vaticano sobre el tema de la Biblia (sobre todo en cuanto a traducciones) se modificó en los últimos años.

‘Ahora las traducciones protestantes son cada vez más usadas por los católicos y viceversa, en pocas décadas se realizaron más de 300 proyectos en común, aunque los problemas no faltan’, reconoció.

Notimex

Fuente: http://www.milenio.com/node/95540

Malas homilías, adiós a la feligresía

Cuidado con esta nota. Lo primero que podríamos decir es: «por supuesto, los sermones de los curitas son aburridísimos». Claro, en la película de la boda, de los XV años, la parte de la iglesia se recorre (¿a poco no dicen aquello de: «saltáte esa parte» cuando su prima les enseña su gran video con su corte de chambelanes?). Pero no echemos las campanas al vuelo. La ineptitud de los pastores católicos para ofrecer una homilía de calidad no significa que los protestantes sí lo hagan. ¿Ustedes no han sido testigos de homilías protestantes que son más bien llamados a la emoción? Homilías donde el pretexto es la Escritura pero el fondo es el carisma del pastor, homilías donde la Biblia sólo sirve para que el predicador tenga donde apoyar sus brazos, sermones donde la Palabra es el sustituto de una varita para regañar alumnos. Malas homilías, pues.

Aprendamos de la autocrítica católica. Distingamos esas síntomas en nuestras congregaciones y actuemos en consecuencia. De lo contrario, la iglesia seguirá siendo la principal fábrica de ateos.

Aquí la nota:

Reconoce Iglesia católica pérdida de fieles por malas homilías

Lun, 06/10/2008 – 08:01

Ciudad del Vaticano.- La Iglesia católica pierde numerosos fieles que emigran a otras iglesias o sectas por las malas homilías y la carente predicación de los sacerdotes, reconoció hoy el cardenal Marc Ouellet.

El relator de la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, la máxima cumbre de prelados del mundo que inició este lunes en El Vaticano, reveló la existencia de una ‘insatisfacción’ entre los feligreses por la baja calidad de los discursos sacerdotales.

Más

Maratón de lectura de la Biblia en El Vaticano

Si el problema no es leerla… es decir, qué bueno que Benedicto XVI reivindique su vena bíblica y haga énfasis en leer las Escrituras. Todavía conozco a católicos que nunca han leído por sí mismos porciones de la Biblia. Quizá la han escuchado en algún sermón (algún bautizo, alguna boda, los XV años), quizá tengan un Nuevo Testamento, regalo de su primera comunión, pero no abren el Libro y lo leen.

Es un buen inicio, pero, ya se sabe, hay que vivirlo. Y para vivirlo hay que intepretarlo… y para eso se necesitan maestros y alumnos dispuestos a adentrarse a una de las aventuras más emocionantes que existan: el estudio de las Escrituras.

En fin, por algo se puede empezar. Bien por Josep Ratzinger. (Ya ven, se puede leer la Biblia en una semana)

«En el principio Dios creó…»Agencias en Ciudad del Vaticano 6 de Octubre de 2008 | Hora de publicación: 00:37

Con la primera frase del Libro del Génesis: «En el principio Dios creó los cielos y la Tierra…», el Papa Benedicto XVI dio inicio ayer a un maratón de lectura de los 73 libros de la Biblia, desde el Génesis al Apocalipsis, con un total de 800 mil palabras.

El maratón presentará a más de 1,200 personas, desde el director de cine Roberto Begnini, pasando por presos, un cura exorcista o un judío superviviente del holocausto, al que leerán el Viejo y Nuevo Testamento a lo largo de poco más de siete días y seis noches.

Aunque el pontífice leyó su segmento desde el Vaticano, la mayor parte de la lectura será realizada en vivo en la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, levantada en el siglo IV en Roma.

El Papa se dirigió después a los fieles que escucharon su intervención a través de pantallas gigantes en la Plaza de San Pedro, para recordar la importancia de la Biblia para los católicos contemporáneos.

En el intermedio musical de la jornada de ayer, el tenor Andrea Boticelli cantó el «Gloria a Dios», de Juan Sebastián Bach.

El cierre está previsto para el próximo sábado, con la lectura del Apocalipsis, a cargo al secretario de Estado del Vaticano, Tarsicio Bertone.

Fuente: Crónica

Experimento sobre fe y sufrimiento

Desde Cambridge y Oxford científicos nos vienen a decir algo que a los creyentes se nos hacía evidente. Si uno de nuestros queridos lectores tiene más conocimiento científico, que nos platique las sutilezas del experimento.

La fe atenúa el dolorEn los devotos se activa una zona cerebral que mitiga malas experiencias. Según científicos, el efecto analgésico también se puede lograr por otras vías.

Dicen que la fe mueve montañas. Después de ver procesiones de Semana Santa, personas que caminan sobre carbones ardientes, creyentes que se flagelan en un estado casi extático, parecía haber una conexión entre la religiosidad profunda y la capacidad para soportar dolor intenso. Pero ahora los científicos tienen pruebas bien documentadas de que la fe en efecto puede mitigar el impacto del dolor.

Un experimento ejecutado por un grupo multidisciplinario combinó dos pinturas con un aparato para dar choques eléctricos y un escáner de resonancia magnética funcional para registrar la actividad cerebral en vivo.

Más

Dicen que a los pastores no les gusta Obama

So what? Pues que su poder en Estados Unidos es inconmensurable, que pueden sesgar las elecciones de noviembre y que siempre lo han hecho. ¿Creen ustedes que el primer encuentro de Obama y McCain haya sido casualmente frente a Rick Warren? ¡No! La Christian Right en Estados Unidos es poderosa.  Y hará sentir su fuerza dentro de cuatro semanas. Aunque la crisis financiera le da puntos a Obama, quizá salga empatado por esta declaración.

Pero el asunto de fondo es peliagudo. ¿Un cristiano debería votar por un candidato que tiene posturas morales diferentes a las suyas? ¿Un líder religioso debiera dar su opinión política desde el púlpito? Y es que citar a Pablo en aquello de obedecer a los «arjontes» no resuelve la duda de un ciudadano moderno que tiene que lidiar con la democracia, el menos peor de los peores sistemas en la visión griega. La gran pregunta es ¿cómo debe actuar un cristiano en un sistema de democracia representativa?

Aquí la nota:

Pastores piden a sus fieles que no voten a Obama porque va «contra la Biblia»

Por: EFE | Mundo Martes 30 de Septiembre de 2008 | Hora de publicación: 00:38

Los pastores de al menos 33 sectas cristianas de Estados Unidos han pedido a sus fieles que no voten por el candidato demócrata, Barack Obama, en las elecciones del 4 de noviembre, lo que supone una violación de una ley de 1954, que prohíbe hacer proselitismo a las iglesias que no pagan impuestos.

Más

«La ciencia no deja mucho espacio para Dios»: Hawking

Dice esta nota de El País:

El científico Stephen Hawking confió ayer en que pronto la ciencia dará, en lugar de las religiones, una respuesta definitiva a cómo comenzó el universo. Las leyes por las que ésta se rige, según Hawking, «no dejan mucho espacio para milagros o para Dios». Y recalcó: «La cuestión es: ¿el modo en que comenzó el universo fue escogido por Dios por razones que no podemos entender o fue determinado por una ley científica? Yo estoy con la segunda opción».

¿Será? ¿No puede ser que acaso la religión del nuevo milenio no tendrá que ver con el universo sino con el ser humano y su trascendencia? ¿No tiene que ver con el más allá? ¿Es el universo ese más allá? ¿No será el más acá? Por otro lado, creo que un ser humano puede ser científico y religioso, que ambos roles no son autoexcluyentes y que, al fin, la salvación no está en este mundo. Max Weber se lo dijo a sus alumnos de sociología hace cerca de 100 años: quien busca la salvación en la ciencia o en la política, está perdido. 

Stephen Hawking en España
Stephen Hawking en España